Opinión

Feminismo 2023

Ese canto único y festivo, corporativo y recio que ha sido hasta hace poco parece fragmentarse

El último consenso que nos quedaba por desmantelar era el del feminismo. Tiene su mérito haberlo reventado en menos de tres años y una pandemia, cuando ya se han saltado todas las costuras que hasta hace poco tejían bien el mapa de nuestra convivencia. Ese canto único y festivo, corporativo y recio que ha sido el feminismo hasta hace poco, parece fragmentarse hasta la descomposición de la idea. Tiene que ver con el sectarismo, que corrompe lo que toca hasta pudrirlo. Cuando tú le dices a la gente que esto o aquello solamente puede pensarse así, que sólo puede ejercerse, vivirse y vindicarse así, estás excluyendo los matices. Es lo que hacen los populismos, sobre todo cuando son de verdad centralistas y opresores: excluir los matices, ir limando todas las aristas de las voces que aportan otros enfoques y suman. Últimamente cierto feminismo nos ha puesto el foco machacón en nuestra oscuridad heteropatriarcal, igualando a todos los hombres por el hecho de serlo, si no compartes todo su credo, como blanqueadores de la violencia de género, violadores en potencia y además tránsfobos, si no compartes todas las medidas contra el terrorismo doméstico que tiene a las mujeres como víctimas, la ley del ‘sólo sí es sí’ o la ‘ley trans’. Eso te convierte hoy directamente en un apólogo de las agresiones. Y si prefieres el Código Penal de 1995 -el de la democracia-, estás con el Código Penal de La Manada, como padece ahora el PSOE. O sea: ahí fuera, lejos de nosotras, sois culpables.

Nos hemos acostumbrado a esta barbaridad: que gentes que no saben discernir el principio de legalidad de la presunción de inocencia, y que hablan del consentimiento sin saber que también concurren sus circunstancias en él, llamen legisladores de La Manada a los juristas que redactaron aquel Código Penal. El exabrupto, esa suerte de inquina que parece llenarlas al vociferar «Código Penal de La Manada», no alcanza el nivel de guantazo retórico, de estilete verbal en la agresión soterrada; sobre todo, teniendo en cuenta que, hasta hace poco, Pablo Iglesias demandaba que se naturalizara el insulto. Sólo lo han naturalizado ellos: ahora mismo, también contra la otra parte del Gobierno de coalición, que ha tenido el detalle de ponerse en la piel de los miles de víctimas, mujeres y niños, de agresores sexuales, que siguen contemplando, estupefactos, la rebaja de las penas por la ley del ‘sólo sí es sí’. El Día de la Mujer, ni Irene Montero ni su grupo más o menos conocido ha tenido ni una sola palabra para esas miles de mujeres -y niños, que no se nos olvide- que ven cómo esos agresores van saliendo a la calle, o se van reduciendo sus condenas, y ojo: no por una mala praxis de los jueces, que en la jurisdicción penal son mujeres en más de un sesenta por ciento, sino por la mala redacción de una ley defectuosa.

También nos tiene que parecer muy bien que un tío que antes era el número 70 en la natación universitaria norteamericana esté ganando, ahora, todas las competiciones de las chicas, porque ha decidido que lo suyo era un eterno femenino para salir ganando. Si no te parece bien, si crees que los atletas trans -que son bigardos con músculos de tío- deberían seguir compitiendo, para ser justos, con hombres -básicamente, para no cargarte el deporte femenino-, o incluso inaugurar su propia categoría, es que estás en contra de los trans. Con estas falsedades se ha ido reventando el feminismo desde dentro, desde la base de populismo que se le ha inoculado y que antes no tenía, o mucho menos. Hasta anteayer, gran parte de estos conflictos no existían. Estábamos todos de acuerdo en que había que apoyar la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, desde los salarios hasta la abolición de cualquier techo de cristal. Pero hemos pasado al volver a casa sola y borracha, al placer femenino durante la menstruación como tema gubernamental -es la última cruzada de Irene Montero- y a próximos hallazgos que serán interesantes para los titulares, el hartazgo y la broma soez, pero que ha cogido a las mujeres que históricamente han defendido el feminismo y las han metido en el mismo saco facha en que acabamos todos los que hemos decido no dejar que Irene Montero y su marido piensen por nosotros.

Todo eso se evidenció cuando a las chicas del PP y Ciudadanos les lanzaron meados, escupitajos, insultos y empujones en el Orgullo Gay. Entonces descubrimos que las hermanas lo eran solamente con las de su cuerda, pero no para las demás mujeres. El tiempo pone cada radicalismo en su sitio.

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