Opinión | HOY

Soy mujer

Soy mujer. Punto y seguido. Y sigo siéndolo. Por favor, no me pongáis vuestros adjetivos pegajosos, empalagosos, tan manoseados. Por favor, no me utilicéis para vuestras novelas, vuestras películas, vuestras políticas, vuestros discursos con vuestra palabrería sin fin. ¿Nunca os cansáis de hablar por mí? ¿Nunca os cansáis de utilizarme? Porque yo sí me canso de escucharos; me canso cada día, ante cada expectativa frustrada, al final de cada noche y, sobre todo, al fondo de cada madrugada. No soy esa de vuestra fábrica de palabras: la palabrería; ni quiero que me fabriquéis en ella, continua manufactura para engordar vuestro vacío. Estoy en el mutismo de las cocinas, en las bolsas mías de cada día, que cargo, cargo y cargo, sin acabar nunca. Yo no soy eso que queréis que crea: animal de carga en silencio y otro silencio, carne de discurso, carne de poema, carne de pantalla. Si queréis encontrarme, buscadme en mis manos. Ahí estoy siempre y estaré siempre; estas manos que no veis ni queréis ver, ásperas de fregar platos, de agua fría y detergente, de pelar patatas, de planchar, limpiar, lavar en este piso de cuartos, corredores y retretes infinitos. Dejad ya de utilizarme y manipularme para vuestros intereses. Soy mujer; no soy eso que queréis que sea. ¿No habéis calculado los kilómetros de baldosas que he fregado, las montañas de platos que he escurrido, las horas de vida que he perdido en colas y otra cola, en escuchar las esperanzas que me disteis para auparos? ¿Dónde estáis cuando me he de levantar cada amanecer con mi frío, mi lluvia, mi calor y mis años que no existen? ¿Dónde estáis cuando mis ojos miran a su inmensidad? ¿Dónde estáis en mi espalda y en mis pies? Mientras habláis y habláis en tertulias y algaradas, yo os hago la cama, os friego la bañera, os limpio vuestro espejo, os riego vuestras flores y cargo con lo sucio. A veces no me queda más remedio que escuchar lo que decís de mí, lo que decís que soy. Entonces sí que me extravío. Porque yo no me veo ni me encuentro; sólo veo vuestras cumbres, vuestros labios bien a punto, vuestros trajes bien pagados. ¡Sois tan sublimes! ¡Es que sois tan sublimes! ¡Sois tan geniales inventándome en vuestras gramáticas y en vuestras ideologías! ¡Sois tan geniales engañándome en que pensáis en mí!.

** Escritor

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