Opinión | ENTRE LÍNEAS

El día después

El 9 de marzo es un buen momento para empezar a soñar con valentía en femenino

El 9 de marzo, día después de todo lo que mueve el 8M, es una jornada para la reflexión. Como escribo antes de que sucedan, ignoro si las múltiples manifestaciones convocadas ayer -incluida la de Córdoba, unificadora de las corrientes en curso- se habrán desarrollado en buena armonía feminista, como sería deseable, o habrá habido alguna que acabara como el rosario de la aurora por culpa de la tramitación de la ‘ley trans’ o la del ‘solo sí es sí’ y sus tiras y aflojas, polémicas que han fracturado la imprescindible unidad que requiere la fortaleza de las mujeres. Pero ni en el mejor de los casos hay que echar las campanas al vuelo. Porque lo malo del Día de la Mujer es eso, que dura lo que dura. Luego enmudecen los lemas reivindicativos y se guardan las pancartas hasta el año siguiente, mientras la realidad, tan cruel e injusta en muchos aspectos a pesar de algunos logros alcanzados, pide a gritos no bajar la guardia ni un instante.

Seguirán cayendo vidas humanas a manos de agresores que en otro tiempo las enamoraron, nombres de mujer apenas escuchados en el telediario para hundirse después en el olvido. O todo lo más, formar parte de esa macabra estadística que nos informa de que, a la hora de escribir estas líneas -y ojalá no varíe el dato en unas horas-, son ya 10 las víctimas mortales en los dos meses y pico que van de año, 1.192 desde que se registra este goteo incesante de sangre inocente capaz de poner en jaque los más elementales pilares de la sociedad.

Y sin llegar a la tragedia, continuarán dándose a todos los niveles circunstancias que discriminan a la mujer por el simple hecho de serlo, más allá de esas cuotas cremallera impulsadas desde el poder -siempre impracticadas en puestos de dirección y altos niveles de responsabilidad- cada vez que se acercan elecciones. Si nada cambia, y si lo hace serán otras generaciones las que lo vean, la prensa proseguirá alertando de situaciones como las recogidas estos días al azar en algunos titulares de este mismo periódico, que deberían servir para zarandear conciencias somnolientas: «El 66% de las españolas que no son económicamente independientes cree que nunca podrá serlo», «La mujer dedica 780 horas más al año que el hombre a las tareas del hogar», «El techo de cristal no se rompe ni en los sectores más feminizados», «El 42% de directivas ha retrasado o renunciado a la maternidad», «Vivimos en un mundo diseñado por hombres y para los hombres»... Esto último, no por sabido es menos inquietante si lo afirma la ingeniera Sara Pinzi, vicerrectora de Igualdad, Inclusión y Compromiso Social de la UCO, quien advierte de que por más buenas intenciones y programas igualitarios que despliegue la universidad cordobesa, aún existe entre el personal docente e investigador una brecha salarial superior al 25%. Y no es sólo que en el mundo académico, como en casi todos los ámbitos, las mujeres ganen menos que los hombres y vean frenada su promoción por tener que conciliar trabajo y familia. Lo más frustrante es que se autolimitan renunciando a carreras técnicas y científicas; faltas de espíritu competitivo, permiten que sean ellos quienes tracen el futuro que nos aguarda.

Por suerte, no todas se resignan a diluirse en un universo masculino. En Córdoba tenemos un testimonio reciente, el estreno oficial del nombre que desde ahora llevará el nuevo instituto de Miralbaida, Casiana Muñoz Tuñón. La científica cordobesa, subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias y autoridad mundial en el estudio de las galaxias, dejó a los alumnos un mensaje que es ante todo un ruego: «Las mujeres -dijo- tenemos que atrevernos más a soñar». Este 9 de marzo es un buen día para empezar a hacerlo.

Suscríbete para seguir leyendo