Opinión | Mirar y ver

Hombres diez

«Antonio Ramos Espejo era auténtico y humilde, actuando siempre con los pies en la tierra y con respeto y atención a los demás»

A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar ¿qué tal persona es?, ¿cómo trata a sus semejantes?, ¿le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan ¿qué edad tiene?, ¿cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creen conocerle. Si hay algún libro del que siento envidia por no haber sido su autora es precisamente de este: ‘El Principito’. Y todo a cuento de un gran hombre, por supuesto, con nombre propio: Antonio Ramos Espejo, del que se puede mencionar larga relación de títulos universitarios, así como director y responsable de importantes medios de comunicación, y gran escritor, pero me quiero referir a sus largos años como director de nuestro Diario CÓRDOBA, allá por los años ochenta, donde tuve la suerte de conocerlo, al desaparecer La Voz de Córdoba, de la que era colaboradora. Al principio, entre su grandeza de cargo y mi pequeñez, apenas si me atrevía a convenir con él continuar con mis colaboraciones, pero, me decidí un día, con respeto y timidez, enfrentarme a este gran hombre del que nada conocía, ¡y qué sencillez, qué humanidad, qué educación! Nunca he olvidado aquel primer encuentro, al que siguieron otros. Ni un solo instante dudó en aceptarme como colaboradora y tras conocer mis primeros artículos me pidió permiso para mandarlos a publicar a otros periódicos, asignándome un pago por ellos. Sinceramente, fue un gran aldabonazo en mi autoestima y es que no es fácil encontrar a gente auténtica y honesta, pero cuando se tiene éxito en el intento, debe valorarse, y Antonio Ramos era auténtico y humilde, virtud por la cual el hombre reconoce sus limitaciones y debilidades, actuando siempre con los pies en la tierra y con respeto y atención a los demás. Sabía escuchar y ayudar siempre que podía. De ahí que al conocer su fallecimiento, una gran congoja se apoderó de mí y es por eso que, desde esta humilde columna, que él creó, quiera rendir mi sencillo homenaje al gran director de nuestro diario que fue Antonio Ramos Espejo.

*Maestra y escritora

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