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Depresión adolescente en los EE.UU.

El 14 de febrero compareció ante un comité especializado del Senado de los Estados Unidos el psicólogo Mitch Prinstein, uno de los más reputados especialistas en el estudio de la salud mental de los jóvenes. Sus publicaciones acumulan casi 33.000 citas académicas, y en su intervención, en nombre de la Asociación Americana de Psicología, detalló los riesgos y también los posibles beneficios de la vida online de los jóvenes.

Fue una exposición honesta, de 22 páginas, que merece la pena descargar y leer. Sobre los potenciales beneficios, señaló que se han destinado pocos fondos a la investigación de los efectos positivos del uso de las redes sociales y las relaciones online, pero apunta al menos en tres direcciones: los móviles han ayudado a muchos jóvenes durante la pandemia; también les permite relacionarse con un rango de personas mayor que en el mundo real (offline); y parece acreditado que los jóvenes mantienen a lo largo del tiempo las amistades que hacen online. Sin embargo, los riesgos detectados y las consecuencias negativas superan en mucho a estos inexplorados beneficios.

La comparecencia de Prinstein, además de demostrar que la actividad parlamentaria puede ser útil para gobernar un país, ha merecido la atención de medios como el New York Times o The Atlantic. En esta publicación, Derek Thomson ha firmado varios reportajes bajo el siguiente paraguas: «el trágico misterio de la ansiedad adolescente». El último artículo de la serie destaca que las adolescentes americanas no están bien, y puntualiza que la creciente ansiedad de los adolescentes es una crisis nacional. En este punto, es necesario señalar la diferencia entre un problema individual y un problema colectivo. Si se considera que la epidemia de depresiones y suicidios juveniles es responsabilidad de los propios jóvenes y sus familias, se apelará a que cada palo aguante su vela. Pero si se decide que el problema es colectivo, porque afecta a toda la sociedad, entonces requiere de medidas y soluciones políticas, puesto que deben implicarse las instituciones y los presupuestos públicos.

En el New York Times, Ross Douthat escribía el 18 de febrero que las adolescentes americanas -esto es, estadounidenses- se sienten cada vez más «miserables», con más tendencia a pensar en el suicidio, o cometerlo, con menos esperanza en el futuro, con sensaciones de soledad, tristeza y depresión. Los expertos enseñan, los gobernantes actúan. Es fácil si se intenta.

** Economista | @ebpal

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