Opinión | EL TRIÁNGULO

Vive rápido aunque derrapes

Ansia de vivir, de saber, de explicar, de poder, de decidir, de éxito, de experimentar, de comer sano, de ser feliz, de viajar, de socializar, de no perderse nada, de estrujar el tiempo... El ritmo loco en el que nos hemos instalado nos consume. Elegimos una opción, pero pensamos en la desechada y si cambiamos de parecer, nos arrepentimos enseguida y echamos de menos aquello que abandonamos. Cenamos con amigos, pero acabamos pendientes de los que no han venido que no paran de enviar mensajes al móvil. Trabajamos, pero la cabeza la tenemos en si es martes y le dijimos a los abuelos que debían ir al colegio a recoger a los críos. Hacemos deporte a la vez que dudamos de si el dentista era mañana o el viernes. Estamos pero ausentes. Vivimos en un sinvivir. Hacemos y no pensamos. La prioridad es vivir.

Semejante estrés es el resultado del mundo. Estudios recientes confirman lo que ya intuíamos. La vida rápida viene bien a la economía. Las redes sociales han sido diseñadas, y sobre todo perfeccionadas, para tenernos enganchados, distraídos y abiertos en canal. Nos geolocalizan, escuchan nuestras conversaciones, espían nuestra intimidad y escrutan nuestras búsquedas para después ofrecernos los anuncios que más nos interesan. En el trabajo, esta actividad intensa parece que nos hace ser más productivos y estar más concentrados. Las compras son compulsivas y la información, de ‘clickbait’. Nos despertamos con despertador, madrugamos para hacer todo lo que tenemos pendiente porque «no nos da la vida» y enjaretamos cosas en la agenda, una tras otra. Nada fluye. Todo es programado. La prioridad es vivir. No queremos perdernos nada ni descuidar ninguna de las facetas de la vida y por eso si un día nos quedamos en el sofá viendo una serie acabamos experimentando una especie de sentimiento de culpa por haber tirado el domingo. Ya saben, la prioridad es vivir.

Admiramos a quien afirma no tener tiempo de nada, al que no para de hacer cosas, al que compagina deporte, vida social, trabajo, familia, compra y limpieza del hogar. A todo aquel que no dispone de un segundo libre. Nos parece que eso es arte, sinónimo de exprimir la vida. Y esa frustración nos lleva a querer «ponernos las pilas». A madrugar más y hacer más cosas. A dormir menos para estar al tanto de las series de las que luego hablaremos en el café. A ir al cine, porque hay que hacerlo de vez en cuando. A reservar en el restaurante de moda. La prioridad es vivir. Y terminamos echándonos a la cama pensando en lo que haremos mañana. Un día tras otro, sin parar, sin detenernos, sin descansar. La prioridad es vivir, aunque sea derrapando.

*Periodista 

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