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Desiderio Vaquerizo

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Desiderio Vaquerizo

El puerto fluvial de Córdoba (VII)

‘Corduba’, aun cuando derrotada y en ruinas, siguió ejerciendo un papel director en la política

El emplazamiento de la Corduba republicana a varios centenares de metros del río, que se aviene difícilmente con el carácter práctico y previsor de este tipo de fundaciones, facilitaría, siglos más tarde, su asedio, conquista y destrucción por parte de César en los momentos finales de las Guerras Civiles con los hijos de Pompeyo, que fraguaron en la campiña cordobesa los destinos de Roma. Aun así, Corduba mantendría su carácter de ciudad privilegiada, lo que confirma la priorización de los criterios geopolíticos, estratégicos y administrativos por parte de César, y más tarde de Augusto, sobre cualquier otro tipo de consideración personal. De hecho, aun cuando derrotada y en ruinas, la ciudad debió seguir ejerciendo un papel director en la política oficial de la provincia, hasta ser elevada sólo unos años más tarde al rango administrativo máximo de colonia con el patronímico de Patricia, y confirmada como caput provinciae tras su refundación. Será entonces cuando, ganado el favor del Princeps en un sorprendente viraje político, la nueva colonia Patricia movilice a sus más importantes prohombres y, reuniendo todos sus recursos, diseñe y levante un conjunto urbano émulo de la propia Urbs, en el que el mármol y la suntuosidad y ostentación de edificios y estatuas serán la manifestación exterior de su profunda mutación ideológica. A partir de este momento entra de lleno en la órbita de Roma: es núcleo rector de la provincia Baetica, una de las más ricas y fieles del Imperio y la única que permanece en poder del Senado, los Patres (de ahí quizá su patronímico); cabeza judicial del conventus Cordubensis y principal garante del culto al Emperador. Honores a los que trata de corresponder dotándose a lo largo del siglo I dC, sin reparar en gastos, de los elementos más emblemáticos de toda ciudad romana, factor determinante de autoafirmación, propaganda y prestigio.

Debió ser entonces cuando el puerto fluvial cordubense iniciara su máxima actividad y su época de mayor esplendor. Sin embargo, las continuas intervenciones en la zona meridional de Córdoba a lo largo de los dos mil últimos años, motivadas entre otras razones porque desde los siglos tardorromanos hasta casi nuestros días este sector se convierte en escenario privilegiado del poder; la profunda transformación urbanística sufrida en el siglo XX por la margen derecha del Guadalquivir a su paso por la ciudad, que enmascaró cualquier resto de etapas anteriores; la ausencia de intervenciones arqueológicas que le fueran asociadas en su momento, o la rareza -que no inexistencia- de otras más recientes, sobre todo aguas abajo del puente, donde debieron ubicarse las infraestructuras portuarias más importantes, son algunas de las razones que explican nuestro profundo desconocimiento de la casuística arqueológica asociada a la zona.

Con la ampliación de la ciudad hasta el río en tiempos de Augusto, la muralla pasa a convertirse en la principal defensa urbana frente a las acometidas y desbordamientos de aquél; en un maridaje entre ambos por fin claramente explícito que, como en tantas expresiones de la cultura romana, une lo más puramente funcional con monumentalidad, simbolismo y prestigio. Puerta, puente y via Augusta pasan, de hecho, a conformar desde tiempos julio-claudios una bien pensada escenografía que ennoblece el flanco sur de la colonia Patricia frente al elemento más definitorio de la misma: el Baetis. Sobre la vía, que es restaurada por el propio Augusto, apenas disponemos de información, y otro tanto ocurre con el puente, que sigue pendiente de revisión y estudio tras la última restauración de que fue objeto hace unos años. Por último, la puerta, cuya construcción sobre una calle previa de funcionalidad imprecisa no sería finalizada hasta época de Claudio, era de tres vanos, el central alineado con el puente y los dos laterales con los pórticos de una gran plaza (40 x 35 metros, mínimo) que ennoblecía el acceso al interior de la ciudad desde el sur, enlazando además por el norte con el cardo máximo, de 22 metros de anchura y doble pórtico. Es muy posible que, más allá de su carácter simbólico y monumental al servicio de la idea ecuménica de poder y la imagen urbana, esta gran plaza reuniera también funciones comerciales al menos ya desde el siglo II, cuando buena parte de sus pórticos es ocupada por tabernae, en las que, por cierto, fue recuperado un alto número de contenedores cerámicos, sobre todo ánforas.

Desde la puerta se podía bajar directamente al río; así lo confirmó la escalinata documentada en su vano oriental, que conectaría con un dique o embarcadero -el posterior arrecife islámico- destinado, junto a la muralla, a proteger el flanco sur de la ciudad frente a los fuertes envites del Baetis. Todo ello ha llevado a algunos investigadores a identificar esta plaza y alrededores -por cuanto su finalidad mercantil, fiscal, administrativa y sin duda también fabril debió ser complementada con otros espacios y dependencias situados en su entorno, aguas arriba y abajo, que la arqueología ha empezado a poner de manifiesto en los últimos años- con la sede del que ellos mismos denominan emporium cordubense, de altísimo valor comercial y estratégico.

*Catedrático de Arqueología de la UCO

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