Opinión | Guadalquivir
Mascarón
«Es el personaje por antonomasia de los carnavales cordobeses que se oculta bajo una máscara desagradable»
La gente de nuestros pueblos preparan los carnavales, fiesta pagana, donde las haya, de entroncada raíz popular, con sus máscaras y juegos de confusión, sus letrillas de mordaz crítica y su naturalidad y colorido por calles y plazas. Sin duda alguna, el personaje por antonomasia de los carnavales cordobeses es el mascarón de burda vestimenta, que se oculta bajo una máscara desagradable y una voz aterciopelada que grita «¡qué torpe que no me conoces!».
Tarde o temprano al mascarón se le termina conociendo; bien por su hechura, por su voz aflautada, por sus ademanes y gestos, por ser lo que no es, o tratar de representar lo que ni se ama ni se siente. El carnaval da mucho juego. La vida es un carnaval y al final del invierno sale el cielo y el infierno. Curiosamente, en medio del Carnaval se encuentra el Miércoles de Ceniza para poner una reflexión a tanto desenfreno de la mentira, la hipocresía y el manejo de las marionetas del teatro carnavalero. Volverá el Domingo de Piñata a desterrar los prejuicios y a vivir la vida loca. Y no cambiamos, preferimos el disfraz a la desnudez sincera de cuerpos forjados en el respeto a ti mismo y al prójimo. Sonaría moralizante, pero gracias al carnaval sobrevive la sociedad y sus instituciones.
Yo no sé, si don Antonio Machado sería mucho de carnaval, pero un febrero se lo llevó y aún sigo meditando frente a su tumba junto a mi hijo Carlos, con quien fuimos a poner flores en Colliure. Me estremece pensar que el legado poético y la inmensa humanidad de Machado queden en el olvido. El poeta escribió que «porque lo esencial carnavalesco no es ponerse careta, sino quitarse la cara. Y no hay nadie tan bien avenido con la suya que no aspire a estrenar otra alguna vez». Sí, don Antonio, por aquí sigue todo igual. El mundo gira y gira, pero sobre sí mismo y poco avanza. Tenemos confianza que un día, el carnaval sea una fiesta de emociones y controversias, pero al día siguiente la realidad se impone y lo que no es, no es. Y regreso a Machado: «La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero». Invito a releer a Juan de Mairena, heterónimo machadiano y a disfrutar del Carnaval y, si usted lo desea, póngase las cenizas, porque polvo somos y en polvo nos convertiremos. Parece ser que hasta de las cenizas del difunto se olvidan en una playa. Qué miserables.
*Historiador y periodista
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