Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Tamames, Charles Darwin y la teoría evolutiva

Hace unos años, en el teatro, en pleno monólogo de Josep Maria Flotats sobre el escenario, mi maldito móvil se puso a berrear. Quise matar al colega que me estaba llamando, morirme yo también, que un rayo me hiciera fosfatina mientras palpaba las tinieblas del bolso, más hondo que la fosa de las Marianas, en busca del artilugio recién estrenado, cuyos botones aún no dominaba. Un planchazo. A Ramón Tamames le sucedió algo parecido el martes, mientras lo entrevistaba Xabier Fortes en La noche en 24 horas, pero ni pestañeó. Sacó el teléfono del bolsillo de la americana y lo silenció con suma parsimonia. Le requerían de Trece TV para el mismo fin, dijo sin inmutarse, encantado de haberse conocido. Lo único bueno de ir sumando años es que todo te la trae al pairo.

El prestigioso economista, que cumplirá 90 años en noviembre, mantiene el suspense de si encabezará o no la moción de Vox contra Pedro Sánchez. Bien es cierto que algunas cabezas veteranas siguen muy bien amuebladas, con ebanistería fina en lugar de contrachapado, pero si el envuelto en semejante aventura hubiese sido mi padre, se habría llevado una bronca monumental. ¿Adónde vas con el cabás? Igual que si los británicos desempolvaran a Michael Heseltine del arcón thatcheriano para que les sacase las castañas de la hoguera post-Brexit.

Un viaje lisérgico

«No soy ningún fósil», ningún caracol petrificado que permanece la vida entera pensando lo mismo, inamovible desde el nacimiento, ha dicho Tamames para justificar su giro ideológico. Desde luego, su periplo desde el PCE hasta los brazos de la ultraderecha traza todo un viaje lisérgico, casi de mal tripi, pero allá cada cual con sus trayectorias, las curvas cerradas y la Biodramina que precise. También Charles Darwin sufrió unos mareos atroces a bordo del Beagle, pero, en efecto, llegando a las islas Galápagos reparó en la evolución de las especies a lo largo de un prolongado periodo de tiempo. Y desarrolló un apéndice paralelo: la selección natural, el medro del más apto. El ego resulta básico para la supervivencia, y Tamames va sobrado. Feliz como un regaliz en el salseo mediático.

En el fondo, la moción constituye un gran paripé. No salen las cuentas, ni las numéricas ni las metafóricas. Estando en capilla electoral, a nadie convienen mudanzas. Lo sabe Tamames. Lo saben Abascal, Sánchez, los leones del Congreso y hasta Feijóo, en su papel de actor de reparto. Unas risas, un entremés acaso, un paso de comedia donde se mezclan Valle-Inclán y Berlanga, el colmillo del gran Quevedo, Bigas Luna, el escroto del toro de Osborne y un poco de Almodóvar. Votantes españoles al borde de un ataque de nervios.

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