Opinión | PUNTO Y COMA

‘Si’ o ‘sí’ importa

‘Si’ algún lector se enfada al leer este artículo, será porque ‘sí’ se da por aludido, y, en ese caso, hacer esta reflexión habrá merecido la pena. Sí, seguramente habrá quien se enfade, aunque probablemente la mayoría se sitúe entre las personas que pasan cinco segundos tratando de desentrañar el significado del titular y, con suerte, llegan a la tercera línea, para, inmediatamente después, ignorar el resto del contenido. «Ya está otra vez esta pesada a vueltas con la ortografía», murmurarán esas cabezas, cuyos dueños desconocen, o, si conocen, ignoran, la etimología de esta palabra: ο‘correcto’ más ‘escritura’.

Imaginemos una ciudad en la que no existiesen normas de circulación, una compañía aérea cuya tripulación no contase con unos procedimientos de operación normal y de emergencia, una piscina en la que entrenasen nadadores que no tuviesen la obligación de avanzar por el lado derecho de la calle, o un instituto en el que no estuviesen establecidos unos horarios de necesario cumplimiento para profesores y alumnos. Es evidente que el resultado de cualquiera de estas hipotéticas situaciones sería el más absoluto caos: accidentes de tráfico, evacuaciones catastróficas, choques frontales en el agua y cursos escolares tirados a la basura. Tratarla como una basura es lo que hacen cada vez más usuarios con la ortografía de la lengua española. Es evidente que muchas personas no han querido, no han podido o no han tenido la oportunidad de estudiar, y, de la misma manera que a mí no se me podría exigir que conociese el arte de la pesca o el de la agricultura, aquellas quedan exentas de dominar una lengua cuyo conocimiento tiene carácter obligatorio según el artículo 3 de la Constitución Española. Sin embargo, del mismo modo que se entiende que los policías y miembros de otros cuerpos de seguridad deben hacer gala de una conducta ejemplar como ciudadanos, los profesores, que hasta hace algún tiempo se dedicaban a enseñar contenidos de sus respectivas materias, deberían dar ejemplo en cualquiera de las situaciones comunicativas orales o escritas en que intervengan.

Dejando al margen factores fortuitos como que uno a veces tiene prisa, que las erratas se cuelan en los escritos y pasan desapercibidas (antes, inadvertidas) hasta que el error impreso hiere los ojos, que cualquier ‘lapsus linguae’ puede hacer de las suyas, u otros factores derivados de las variedades diafásicas de la lengua, que haya profesores y personas que desempeñan otros trabajos cualificados -véase banqueros, médicos, ingenieros o ministros- que escriban cartas o correos aparentemente formales sin distinguir el uso de mayúsculas y minúsculas, sin respetar las reglas básicas de acentuación, ignorando los signos de puntuación o abreviando las palabras con un código inventado denota: a) que desconocen la lengua española, lo cual es grave; b) que les da exactamente igual ‘si’ o ‘sí’ u ocho que ochenta; c) a y b son correctas. Dejamos para otro momento la expresión oral.

** Lingüista

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