Opinión | ENTRE VISILLOS

Tres siglos y medio de generosidad

La Hospitalidad de Jesús Nazareno cumple 350 años al servicio de los necesitados

Poco a poco, el calendario se ha ido llenando de efemérides, conmemoraciones y días de... todo, de lo que sea. Pero en medio de tan amplio repertorio de acontecimientos, muchos de ellos insustanciales, hay aniversarios que destacan por su peso histórico y social. Uno de ellos nos cae cerca, aunque no esté teniendo el eco que se merece. Nada menos que 350 años de entrega a los más desfavorecidos cumplirá el próximo sábado la Hospitalidad de Jesús Nazareno, fundada el 11 de febrero de 1673 en Córdoba por el Padre Cristóbal de Santa Catalina. Tres siglos y medio «de amor y servicio a los demás, sobre todo ancianos y niños», como apunta el historiador Juan Aranda Doncel, quizá el mayor conocedor de la congregación, así como de las cofradías de Jesús Nazareno. Fue Aranda, coordinador de varios congresos internacionales sobre el tema, el encargado de inaugurar el pasado octubre en la casa madre de San Agustín el ciclo de conferencias en torno a la celebración de las Hermanas Hospitalarias. Sobre ella prepara el académico un libro en torno a la figura de aquel sacerdote - reconocido beato hace una década- que desde su Mérida natal llegó para vivir como ermitaño en la Sierra. Pero la pobreza que veía en sus bajadas a la ciudad lo impulsó a recoger a los más enfermos y desahuciados. Para hacerlo contó con la ayuda de la hermandad penitencial de Jesús Nazareno, fundada en 1579 por un grupo de aristócratas, que le cedió el hospitalillo donde empezó todo hace 350 años. Mucho después, con motivo del tercer centenario de su muerte, Córdoba homenajeó en 1990 al Padre Cristóbal de Santa Catalina con una cita internacional en torno a su figura y a las cofradías de Jesús Nazareno, a la que asistieron investigadores de toda España, Italia y América. Además, se le dedicó junto a la actual residencia de ancianos y el colegio -ahora adscrito a la Fundación Santos Mártires- una plaza presidida por su estatua.

La asistencia social emprendida por el fundador no ha cesado de crecer desde sus humildes comienzos. Hubo una primera etapa hasta su fallecimiento en 1690, contagiado de cólera. La segunda cubre el siglo XVIII, en que la congregación masculina se dedica a pedir limosna, y la femenina, en clausura, cuida a un elevado número de mujeres pobres con enfermedades incurables y recoge niños a los que da enseñanza, mientras la administración del hospital la llevan capellanes. A partir del siglo XIX, al extinguirse la congregación de los hermanos en uno de los peores momentos de la comunidad, las monjas salen a la calle en postulación por la provincia y fuera de ella, a la par que van naciendo casas por donde pasan. En 1915 estas casas, que eran autónomas, se estructuran bajo el gobierno único de una superiora general, y en 1950 empieza su expansión fuera de España. Hoy están implantadas en Roma, República Dominicana, Puerto Rico, Perú, Guatemala y Haití.

Una procesión del beato por el barrio en la mañana del próximo domingo, precedida el sábado por una misa a las 19.00 horas en la Catedral oficiada por el obispo, pondrá fin a un programa de actos que incluyó, cada 11 de febrero de 2022, misas retransmitidas desde los distintos centros que estas religiosas franciscanas tienen repartidos por el mundo. Porque su labor generosa no se pone límites en ninguna circunstancia. Como cuando la religiosa Juana Cerdán, que a su regreso a Córdoba me contó en una entrevista cosas que helaban la sangre, se plantó en una Bosnia que luchaba por resurgir de las cenizas de la guerra para fundar una residencia de ancianos.

La celebración de los 350 años ha sido la forma de recordar una tarea que crece cada día, siempre atenta al pulso de los tiempos para acudir allí donde las necesidades apremien, sean las que sean.

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