Opinión | Historia en el tiempo

Putin y la historia de Rusia (2)

Nada o casi nada será igual en el transcurrir inmediato del Viejo Continente

Abierto aún el conflicto ucraniano a toda suerte de especulaciones acerca de su resultado y duración, algo se recorta con claridad en su horizonte próximo. Sean cuales fueren ambos factores, su trascendencia en las siguientes décadas se mostrará con caracteres peraltados. Nada o casi nada será igual en el transcurrir inmediato del Viejo Continente, y, a su remolque, en gran parte del planeta al menos en sus porciones más sensibles.

Una de ellas afectará incuestionablemente a la deriva de la OTAN y en su zaga a la de la Unión Europea. Dentro de aquella, la trayectoria de uno de sus más grandes componentes, el Reino Unido, franqueada igualmente por amedrentadores desafíos a la manera, v. gr., del planteado por el futuro inminente del ya muy controvertido Brexit, se encontrará muy concernida por la desembocadura final de la contienda. Conforme ya se recordara en el anterior artículo de la presente serie, desde la segunda mitad del ochocientos y hasta el estallido de la gran guerra europea, la principal adversaria de Rusia en el horizonte internacional fue la Inglaterra victoriana, prolongada a los efectos al desencadenamiento de la primera conflagración mundial, en cuya fase primera Londres y San Petersburgo marcharon unidas enfrentadas a los imperios centrales de Alemania y Austria-Hungría. Pese a que igualmente durante la segunda guerra mundial se mantuvieron e incluso tácticamente se estrechasen sus destinos, no obstante sus abismales diferencias en sus estructuras y metas, con el término del conflicto reaparecieron las líneas de fuerza de su histórico antagonismo y sería Churchill quien, apartado del gobierno por el espectacular triunfo de los laboristas en las elecciones de comedios de 1945, liderase con resuelta energía la causa de las cancillerías occidentales aprestadas por su impulso a una decidida oposición al avance internacional de la ahora todopoderosa Rusia de Stalin. De tal modo volvió a dibujarse el mapa estratégico en el que las miras y directrices del gigante soviético colisionaban con los de una Gran Bretaña en el inicio irrefrenable de la pérdida de su antiguo papel imperial.

«Los molinos de los dioses trabajan despacio», sentenció ya en los orígenes de Europa el viejo Homero. Su primer y deslumbrador cantor no se equivocaba. En los inicios de febrero de 2023, cuando todas las incógnitas acerca de la guerra permanecen intactas, la rivalidad ruso-británica semeja retrotraerse a los días en que la «carga de la brigada ligera» y el gran admirador de su poderío mundial, R. Kipling forjaban en medida decisiva el espíritu de las elites británicas, dominadoras propagandísticamente del planeta. Muy significativamente, cuando el Pentágono no desmaya en bajar el diapasón del enfrentamiento por temor a una escalada de imprevisibles efectos, es el Estado Mayor británico el que se muestra como el más encarnecido adversario del comportamiento y objetivos finales de la Gran Patria Rusa. En el tercer y postrero artículo de la actual serie abordará el viejo cronista tema tan complejo y aristado como el mencionad.

*Catedrático

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