Opinión | LA CAFETERA DE ASPASIA

Quemarse vivos

Decía la pensadora americana Susan Sontag en su contundente libro ‘Ante el dolor de los demás’ que toda la iconografía en torno al sufrimiento era de antiguo linaje. Es cierto que, pocas técnicas como la pintura, nos ha anestesiado con respecto a representación visual de torturas, a castigos bíblicos, a venganzas griegas o mitos simplemente inhumanos. No tendríamos más que pensar en obras como las de Artemisia Gentileschi, artista del siglo XVI, cuando pintaba a ‘Judit decapitando a Holofernes’, alrededor de 1612.

Con la aparición de la fotografía en 1839, la humanidad perdió cierta inocencia, en el sentido de que ese sufrimiento que hasta entonces era representado, desde aquel momento --drásticamente-- comenzó a hacerse presente, directamente desde la realidad, sin ningún tipo de pudor. De hecho, desde que nació como técnica, ha acompañado habitualmente a la narración de la muerte.

A lo largo del siglo XX han sido míticas algunas imágenes de campos de concentración, conflictos bélicos o desgracias colectivas como ataques terroristas, etcétera. En este sentido, el rol de los medios de comunicación ha sido y es definitivo, porque el mundo ya es lo suficientemente inhóspito, cruel y doloroso como para multiplicarlo alegremente.

Los vídeos tomados hace un par de días mientras unos jóvenes universitarios gritaban desde una ventana, pedían ayuda aterrorizados antes de morir, son absolutamente repugnantes. Su difusión en los medios de comunicación, es un acto nauseabundo. ¿Tan difícil es pensar en la familia de esos jóvenes, en sus padres, en sus hermanos? ¿Qué aporta a la información mostrar esas imágenes?

Las imágenes más dramáticas no pueden convertirse en normalidad, aunque sepamos que aumenta el consumo de estos medios, que la conmoción les hace subir de valor. El horror no debe ser un estímulo visual. ¿Cómo podemos estar grabando semejante escena con el móvil en vez asumir cualquier otra acción por ayudarles?

Antes se decía que somos lo que leemos. Hoy es posible, que seamos lo que miramos... más cuando lo hacemos impasiblemente.

** Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

Suscríbete para seguir leyendo