Opinión | GUADALQUIVIR

Candelaria

Cientos de candelas proyectan su intensa luz por los pueblos del Valle del Guadalquivir. Reminiscencias paganas de febrero reconvertidas en purificación. Fuego popular repartido por plazas, llanos y solares donde quemar los viejos espíritus y calentar los renovados ideales. Hogueras desde la serrana Hornachuelos hasta la Vega por Palma del Río y la plaza Real de Fuente Palmera, que años tras año, mantiene una tradición alimentada institucionalmente, mientras en otros tiempos eran los sueños de niños y jóvenes acarreando viejos muebles, maderas extraviadas y primeros amores.

Las candelas fortalecen las relaciones familiares y vecinales. Un buen foro para comer, beber, conversar, jugar y saltar con prudencia sobre las ascuas madrugadoras entre danzas y cantos de corro e infancia. Invito a no perderse la magia del fuego brujo y embriagador.

Al fuego debemos enviar todo aquello que nos aparta de ser buena gente. Visto el panorama, volvamos a los cuarteles de invierno que ya llegará la primavera. Entre danzas de fuego resuenan a lo lejos tambores cofrades, que anuncian otra pasión. Las hermandades y cofradías palmeñas han elegido una nueva junta que preside José Antonio Barraza y traen renovada ilusión. Terminó un periodo de su vida presidencial José Luis Cumplido, quien tanto apostó por engrandecer la Semana Santa. En su Soledad franciscana compone una nueva cofradía y recompone sus proyectos.

Por los senderos del Genil, las huertas hermosean el paisaje de naranjos y sabrosas naranjas. Pagos inmemoriales entre meandros y barrancas, entre azudas y sombras de norias. Cantar a la vida, es dejarse llevar por el viento, no enredarse en la feria de las vanidades, apartarse de cánticos e ideales manoseados. La realidad se impone y toca mirarla como oyente, testigo o lector. Ignacio Varela relata como su padre definió al joven presidente del gobierno Adolfo Suárez –ignorante, simpático y muy listo. Pues venga, nada de ofuscación. Nos vemos en las candelas.

** Historiador y periodista

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