Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Diálogo interreligioso

¿Cómo llevar a cabo en la práctica los medios para alcanzar este fin? Hay muchas maneras de dialogar

Desde la creación de la ONU en 1945 se han desarrollado no menos de 17 organismos especializados para fomentar la cooperación internacional: Unesco, para la Educación, Ciencia y Cultura, OMS para la salud, OIT, para el Trabajo, FAO, para la Alimentación y Agricultura, para el desarrollo industria, Onudi, para el Turismo, OMT, etc. hasta 17 organismos especializados para, según el capítulo IX «La Organización hará recomendaciones con el objeto de coordinar las norma de acción y las actividades de los organismos especializados». Pero llama la atención que no haya ningún organismo especializado para fomentar la cooperación entre las distintas religiones de los países miembros de la ONU, siendo, precisamente, según Hundington en su famoso ‘Choque de civilizaciones’ «la religión el elemento definitorio de una civilización» y el causante de múltiples guerras por razones religiosas: católicos contra protestantes, musulmanes chiitas contra musulmanes suníes, hindúes contra musulmanes, cristianos contra musulmanes, budistas contra musulmanes, cristianos contra las religiones de sus colonias africanas y asiáticas, etc...

No fue hasta el recién año de 2010 que el musulmán Rey Abdullah II de Jordania propuso en la ONU desarrollar urgentemente algún tipo de acción conjunta para fomentar el encuentro y diálogo de las distintas religiones del mundo para buscar conjuntamente todos aquellos instrumentos que, respetando la diversidad de creencias y prácticas religiosas, promuevan una cultura de paz y solidaridad en el mundo. La Asamblea General de la ONU acogió la propuesta y declaró la primera semana de febrero de cada año como la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional con el fin de que los gobiernos, las instituciones y la sociedad civil la observen con diversos programas e iniciativas que promuevan una cultura de paz basada en la comprensión y respeto de las múltiples manifestaciones religiosas presentes en los distinto pueblos del mundo.

¿Cómo llevar a cabo en la práctica los medios para alcanzar este fin? Hay muchas maneras de dialogar. Antes de dialogar debe haber un encuentro. Pero este diálogo no es con las religiones sino con los creyentes de estas tradiciones religiosas. El diálogo interreligioso es mucho más que hablar sobre las religiones. Hablar por sí mismo no es dialogar. Se puede hablar de religiones. Su conversación puede ser un doble monólogo en el que cada uno expone sus creencias y experiencias religiosas sin escuchar al otro; puede ser una conversación filosófica o teológica, sobre las verdades de cada creyente, o puede ser una pugna para convencer al otro de sus errores presentándose como el verdadero poseedor de la verdad absoluta mostrando los errores del otro interlocutor. Las religiones no dialogan, solo los hombres y mujeres que quieren compartir su experiencia religiosa, por lo tanto antes de dialogar ha de haber un encuentro entre personas que se conocen, se respetan y se aman, y esto mismo ya es diálogo. El Papa Pablo VI ya dijo: «antes de hablar, es necesario escuchar, no solo la voz del hombre, sino su corazón». En el llamado diálogo interreligioso es esencial entrar en la vida de la persona con quien se quiere dialogar y compartir con ella sus experiencias de Dios. Se necesita empatía (ponerse en el lugar del otro) y simpatía (sentir lo que el otro siente y experimenta al dirigirse en su acto de adoración a Dios.

Este diálogo y encuentro con otras religiones no supone un esfuerzo para la creación de un sincretismo religioso. La religión es como una historia de amor que tiene un fundamento personal el enamoramiento (acto de fe) que quiere expresarse de forma plástica con música, cantos, poesía, regalos, gestos corporales, visitas a lugares donde se recuerda al objeto de este amor (liturgias, templos, oraciones, etc.); luego tiene un elemento más racional, intentando explicar qué significa para el enamorado este amor (historiadores), que escriben desde su punto de vista la historia del objeto de este amor y del mismo amor (teólogos); finalmente, ese amor impone unos ciertos códigos de conducta en los enamorados (obligaciones éticas y morales). No es el amor mismo (la fe) que puede enriquecerse con el encuentro dialogal, sino estos elementos humanos que pueden enriquecerse compartiéndolos con el de otras religiones lo que supone para el verdadero diálogo interreligioso en los interlocutores una profunda humildad que crea que puede enriquecerse compartiendo la experiencia religiosa del otro. Como dice el Documento Pontificio ‘Diálogo y Anuncio’ (nº49) dirigido a los católicos. «La verdad recibida de Jesucristo no da a cada uno de los cristianos la garantía de haber asimilado plenamente la verdad... Aun manteniendo intacta su identidad, los cristianos han de estar dispuestos a aprender y recibir, por mediación de los demás, los valores positivos de sus tradiciones religiosas «-Y el Papa Pablo VI en su Encíclica ‘Ecclesiam suam’ (El mandato de la Iglesia en el mundo contemporáneo) nos recuerda que el diálogo interreligioso sirve para un conocimiento y enriquecimiento mutuo. La misma Iglesia universal se enriquece... Lo que ayuda a una constante renovación». No es el amor mismo que puede enriquecerse con el encuentro dialogal, sino sus manifestaciones humanas. No hay guerras de religión sino guerras de hombres religiosos.

*Profesor

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