Opinión | AL PASO

Ángeles en la basura

Esta sociedad materialista y manipuladora cruza demasiado fácil línea que separa honor e hipocresía

Desde aquí doy mi más triste y frustrante pésame a las familias de los chiquillos Ángel y Fernando, fallecidos además de una forma espantosa como es tirados en un vertedero de Toledo. Agradezco como ciudadano los apoyos que esta familia sin medios está teniendo de diversas personas con gran compromiso social. Pero también me corroe las tripas el tratamiento de esta desgracia en redes sociales -sobre todo Tik Tok- donde sin pudor, sin miramiento, sin sentimientos y por supuesto sin remordimientos, miles de personas siguen los acontecimientos como si esto fuera una telenovela que contemplan moviendo su móvil con el dedo (que pena de dedo) y opinando y charlando sobre un tema penal, dando datos peligrosos y fundamentales para enturbiar la investigación, mientras Tik Tok lo consiente para tener más cifras de interés empresarial. La red lo hace por dinero y los usuarios para darle contenido a esas vidas simplonas, simplonas no porque no tengan suerte o formación suficiente sino por perezosas. ¡Es tan hiriente que la gentuza haga un circo de la muerte de esos niños! Si, gentuza, porque solo la gentuza hace entretenimiento propio del sufrimiento ajeno. Pero no solo me quedo en usuarios de Tik Tok, porque la gentuza se extiende a personas, no tanto con poca formación como con formación utilizada para el mal, que no están por la labor de ayudar a la investigación sino por elevar la audiencia de sus estúpidos programas de TV a costa del morbo que provoca la desgracia de que dos niños aparezcan muertos a pedazos en un basurero. En esta sociedad materialista, mentirosa y manipuladora que confunde prestigio y fama e intrepidez e irresponsabilidad, se cruza demasiado fácil y demasiadas veces la cruel línea que separa honor e hipocresía, ganas de sumar con engrosar las filas del aburrimiento, así como solidaridad y espíritu colectivo con egocentrismo, promoción y notoriedad sin alma. Lo peor de todo es que esta nueva forma de entender la vida ya no hay quien la pare y tenemos que convivir con ella procurando que el peor virus de la historia como es la pasividad complaciente ante la desgracia de los otros, no se apodere totalmente de la personalidad del pueblo. Ángel y Fernando son víctimas de los motivos de una muerte que sin duda están por dilucidar, pero también, es seguro que en ese final espantoso ha colaborado el pasotismo de una sociedad decadente que está sustituyendo los más dignos sentimientos individuales por la motorización de todo, excluyendo el componente humano y por tanto humanitario. Fíjense en un detalle escandaloso de este cruel suceso que evidencia la sociedad decadente que describo: dos chiquillos aparecen despedazados en un vertedero porque ningún paso de esa cadena que va desde el contenedor al vertedero, es decir, vaciado del contenido del contenedor al camión, cadena de distribución y separación de materias y volcado final en ese infierno pestilente, fue capaz de advertir a dos seres humanos que tenían toda la vida por delante. Y nadie de esa cadena industrial, independientemente de la causa primera de la muerte de los niños, ya fuera asesinato o imprudencia, ha salido en los medios para pedir perdón en la parte que les toca, ya que ese perdón significaría alguna responsabilidad pecuniaria. Eso es porque el ser humano no domina, no ya los pasos de la cadena de basura sino los pasos más importantes de la cadena de la vida. Ya no hay nadie que diga ¡para! porque dependemos de máquinas, de realidades virtuales, de números de pérdidas y ganancias y, por último, de gentuza a la que no solo le parece bien todo esto, sino que lo potencia. Ojalá la realidad no virtual, pero sí espiritual en la que siempre hemos creído, es decir, el paraíso de Dios, acoja a Ángel y Fernando en una vida preciosa que es la vida que siempre merecerían los niños.

* Abogado

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