Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Palabras para Julia

«A pesar de los pesares» como decía Goytisolo, quedan voces como la suya, llenas de esperanza

Lo reconozco, para ser periodista en los tiempos que corren me falta colmillo retorcido y me sobra pudor. Hace tiempo que me di cuenta, sobre todo de lo segundo. Una jefa, que era un mal bicho, me mandó a entrevistar a los familiares de una víctima mortal en un accidente de tráfico. Algunos de ellos estaban todavía fuera del hospital, dónde habían esperado lo mejor, para recibir la peor noticia, y yo no fui capaz de acercarme para preguntarles nada. Qué les iba a preguntar...

Supongo que ya entonces me taladró la certeza de que no estaba hecha de la pasta necesaria para tragar con según qué cosas. A día de hoy sigue a flor de piel esa sensación de que hay cuestiones que deberían estar fuera del foco mediático, por respeto y por dignidad; y no sólo hacia el asunto o el protagonista de la historia, sino hacia uno mismo como profesional. Aunque, lamentablemente, muchos medios nacionales e internacionales me contradigan a diario.

Quizás sea por eso que la vuelta a la televisión de mi admirada Julia Otero ha supuesto un soplo de esperanza. Un pequeño oasis en el desierto en esa bazofia en la que se ha convertido, con raras excepciones, la ‘caja tonta’ y una oportunidad para el gran público de redimirse. ‘Días de tele’, emitido en hora de máxima audiencia (Prime Time) el martes pasado en La 1, de Televisión Española, fue seguido en su estreno por 1,1 millones de espectadores y hasta 4.049.000 vieron en algún momento el espacio.

No es de extrañar. No todos los días vuelve por la ‘puerta grande’, a un medio y a una cadena tan venidos a menos, una de las (para mí) pocas leyendas vivas y en activo del periodismo femenino contemporáneo que quedan en España, con el permiso de Maruja Torres y de Rosa María Calaf.

La ‘Otero’ domina como nadie el arte de entrevistar, sin aspavientos ni venas inflamadas, sin voces y sin faltar al respeto. Con conocimiento de lo que habla y del personaje que tiene delante. Con suavidad y con una firmeza, noble y directa, de la que ya podrían aprender más de uno, hasta llevar al entrevistado hasta dónde tiene que llegar para contestar a las preguntas más incómodas. Al más puro estilo de Oriana Fallaci.

Para quiénes no hayan tenido la suerte de disfrutar hasta ahora de su buen hacer en la pequeña pantalla, su regreso supone la oportunidad de apreciar que otro tipo de televisión es posible. Respetuosa, con la crudeza de la actualidad. Implacable, al tratar con el tedio infumable de la mediocre clase política; pero lejos del morbo macabro prestado a los sucesos del momento. Y a años luz de hablar en bucle del último cotilleo, de la última infidelidad, hasta parecer que no exista nada más bajo el sol.

En la presentación del programa, que tiene como objetivo repasar momentos icónicos de la tele en nuestro país, ella misma decía que el pasado de este medio de comunicación define cómo somos hoy. Tal vez ha llegado el momento de plantearnos si esas parrillas llenas de realities, culebrones y programas repletos de ‘carnaza’ de la peor calaña, que son su santo y seña, es el legado que queremos que nos retrate de cara a las generaciones venideras. Yo hace tiempo que no soy capaz de hacer ‘zapping’ sin sentir más pronto que tarde vergüenza ajena.

Está en nuestras manos (literalmente) cambiarlo. Y no valen excusas. No, no son solo los medios los responsables de los contenidos, sino el público el que decide con su consumo cuáles son los formatos y los profesionales que gustan y los que no. Ahí están los datos de audiencia para atestiguar lo más visto. Y el día del estreno del programa de Julia, el líder de esa franja horaria fue la serie turca ‘Hermanos’ en Antena 3.

En la facultad, a muchas generaciones de periodistas nos enseñaron que los pilares de nuestro trabajo eran informar, educar, entretener y formar opinión. Cómo se ha pasado de eso a volver a la máxima romana de: ‘Al pueblo, pan y circo’, es sin duda un ejemplo más de esa tendencia de la humanidad de andar en círculos.

Larga vida a los programas como el de Julia Otero, y a los profesionales como ella, que nos recuerdan que no todo está perdido. Porque «a pesar de los pesares» como decía el gran José Agustín Goytisolo, quedan voces como la suya, llenas de dignidad y de esperanza.

* Periodista

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