Diario Córdoba

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David Márquez

Dame fuego

David Márquez

Mªrcyánò espiritual

Y... disponéis del mejor equipo de fútbol del mundo, y ostentáis grandes superficies con insondables aparcamientos, y no queda una plaza libre hoy, fíjate, lo cual debe de ser un signo positivo, un «buen síntoma», como suele decirse aquí, en este lado de la Tierra. No hay más que ver los contenedores y aledaños en día de Reyes, tomados por las cajas y envoltorios de juguetes y/o pantallas de gran tamaño y definición. Otro buen síntoma, sin duda, junto al vuelo de dos aviones por minuto, la instalación galopante de «nueva construcción» y el desenfreno del tráfico rodado y sus humos: cuando la calidad del aire se anuncia como «deficiente»... ¡esto marcha!

La fábrica de armamento recibe nuevos encargos. La misma suerte corren las tiendas de telefonía, las empresas de seguridad, las residencias de viejos (esos orfanatos de la vejez), las aseguradoras de «salud». Todos estos negocios son anunciados por boca de las personas más influyentes: futbolistas, empresarios, presentadoras, actores, pero no veo en escena a un solo poeta o filósofo. «¿Y para qué sirve un filósofo?», me preguntan, y yo respondo: Para, entre otras muchas cosas, decirle al mundo cuándo y cómo se equivoca, o para mostrar lo verdaderamente digno de importancia. «Pero», me responde un camarero, «¿cómo se va a equivocar una sociedad que ostenta los mejores aparcamientos y el más grande equipo de fútbol y las más productivas empresas y las más colapsadas grandes superficies? Una sociedad en continuo crecimiento y desarrollo, que enciende la tele con solo gritar «¡Alexa!». ¡Ese filósofo es idiota, y es nuestro enemigo!».

Y yo, mªrcyánò filósofo, me callo porque sé lo que me espera si abro la trompa. Ahora bien, mi próxima visita me moverá hacia otras latitudes, no hay duda. Si no Siberia, será el punto más inhóspito de África o India, algún lugar habitado por gente sabia, adulta, en contacto con la tierra, las rocas y los árboles. Gente que me enseñe a sobrevivir y me ofrezca oxígeno limpio y alimentos no plastificados. Gente que me mire y hable al ojo-antena sin una pantalla de por medio y que no se empeñe en hacerse fotos sin descanso y pasar el dedo aceleradamente por ese anticuado y tonto dispositivo electrónico (por Saturno, ¡qué atraso!). Estoy seguro de que los habitantes de esas regiones aisladas, desconectadas, serán los próximos maestros de este planeta de ignorantes. Son ellos los únicos que dan y encuentran sentido a la vida, a las acciones, los únicos que valoran y respetan el aire, la comida y la droga sagrada que consumen, porque lo hacen dando gracias, y no quejándose y a la carrera, exigiendo y esperando más, más, más... (Corte de un audio mªrcyánò pillado al vuelo y traducido por David Márquez).

*Escritor

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