Opinión | Tribuna abierta

Hacia el Imperio

¡Cuántas veces habrá exclamado, querido lector, con estupor o indignación, eso de que cómo se puede decir o hacer tal cosa en pleno siglo XXI! Bueno, pues es lo que lo yo me digo cada día cuando escucho a la ultraderecha de nuestro país revisar la historia y leerla de adelante hacia atrás. En una lectura retrógrada, empiezan afirmando que la democracia la trajo Franco y acaban en Don Pelayo. En medio, se paran en los Reyes Católicos y en la Conquista de América. En el presente son de un nacionalismo ‘tout court’ muy alejado de los valores en los que se basa la sociedad moderna europea, pero en su nostalgia nunca se pone el sol como si vivieran en el siglo XVI. Se envanecen del imperialismo. Esto a mí me deja estupefacto.

El imperialismo no es un término que los pueblos se aplican a la ligera; de hecho, los pueblos imperialistas hoy no se reconocen como tales. No le pregunten a los rusos, que solo están en una «misión especial» en Ucrania. Mejor pregúntele a un norteamericano, por ejemplo, si EEUU es imperialista y te meterá una hamburguesa en la boca. Tienen palabras más virtuosas para calificarse. Para ilustrarlo, en pleno genocidio de los nativos americanos, el Estado de Massachusetts imprimió un sello con un indio de cuya boca salía un pergamino donde se leía: «Ven y ayúdanos».

Sin embargo, hoy la «ayuda humanitaria» está en descrédito y se usa más términos como «democracia» y «libertad de mercado» junto con la ayuda militar, y el capitalismo es un universal donde los EEUU tienen una situación preponderante en la jerarquía del imperio, mientras el poder y los límites de las naciones-estado declinan. O, como señala Hardt y Negri ( ‘Empire, 2001’), «(en el capitalismo) no es ya posible una identidad, un signo, un sujeto, un valor o una acción que sea «fuera de». La ultraderecha (fascismo, nazismo, trumpismo, etc.) es el límite del sistema, su última defensa. Todo lo que queda fuera, todas las políticas de mejoras sociales, todos los movimientos de cambio y liberación de los pueblos, es «comunismo». La ultraderecha española defiende el capitalismo, sí, pero a la antigua, como un signo de identidad perdido en el tiempo. Nacionalismo e imperialismo es una contradicción ‘in terminis’ que, en su caso, no se puede superar... a menos que su ideología se adueñe de Europa, cosa que levanta terribles recuerdos. Entonces, ¿cómo expandirse, a dónde ir, qué nuevo mundo descubrir y conquistar ‘por-sí’ y ‘para-sí’? ¿Cómo hacer «Grande» a España otra vez?

Yo creo entender, como usted, que más allá de la fanfarria, su apología del imperio español no pasa de ser un intento de atraer a los espíritus decaídos por la crisis. Pero, si se piensa bien, son como fuegos fatuos que salen de las sepulturas y nos asustan.

*Comentarista político

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