Opinión | El cuerpo en guerra

El coste de sobrevivir

Cada 10-15 días acudo al supermercado expectante y asustada. ¿Qué producto de los indispensables para mi alimentación habrá subido de precio desde mi anterior visita? Sí, estoy obsesionada con el precio del queso fresco, pero es que ha subido más de un euro desde que empezó toda esta escalada incontrolable con la guerra de Ucrania y el desabastecimiento. En mi última compra el susto me lo dio el fiambre de pavo cocido: más de 0,70 euros. ¡Pero si es mi cena de todas las noches, junto al queso fresco, algo de fruta y un yogur! Y os prometo que he hecho comparativa de precios de productos entre los supermercados que tengo a mi alcance y compro en el más barato.

¿Cómo voy a prescindir de estos alimentos, cómo estirar más mi pensión mileurista? ¿Hasta cuándo la población, la mayor parte de ella en una situación de precariedad laboral aún peor que la mía, va a poder aguantar semejante escalada en el coste del carro de la compra? Alimentarse es una necesidad básica de todo ser vivo y cada vez nos ponen más difícil cubrirla, por mucho que nos hayamos quitado de todo capricho.

Por supuesto, todo se complica aún más si eres una persona enferma crónica, porque hay muchísimos medicamentos necesarios para seguir sobreviviendo que no cubre la Seguridad Social, como el Movicol, por ejemplo, indispensable para que mi sistema digestivo no quede paralizado por los opioides y del cual he de comprar 3 cajas al mes. Y así una va estirando y estirando... Y, si llega a fin de mes, lo hace apuradísima. Encima, ahora este frío: necesitamos poner la calefacción y el miedo se extiende también a la factura de la luz.

El Gobierno está intentando hacer lo que puede pero... No es suficiente. No sé qué medidas podrían implementar pero... ¿Hasta cuándo vamos a poder aguantar esta situación? Todo ello, por supuesto, dejando a un lado el ocio y contradiciendo a María de la O Lejárraga, que sostenía: «El divertirse, siquiera un poco, cuesta dinero... También cuesta dinero una medicina, y se compra cuando es menester, bajo pena de perder la salud. La salud del espíritu, la alegría del corazón son tan importantes como la salud del cuerpo (...) Es buena economía gastar en distracción lo que seguramente más tarde habremos de gastar en la botica (...).» Efectivamente, la salud mental es la que tenemos perdida porque, con semejante situación de agobio económico, ¿quién puede permitirse ir al cine o al teatro?

*Escritora y periodista

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