Opinión | Miscelánea

Hace sesenta años

«Cada noche se soltaban de sus cadenas y rebotaban sus cascos...»

En recuerdo del teniente coronel San Miguel, y de los capitanes Del Olmo y Ramírez.

Con frecuencia entro en Caballerizas Reales para contemplar la actividad hípica que allí se desarrolla y, al mismo tiempo, me ayuda a rememorar mis quince meses como soldado y cabo en el Depósito de Sementales, allá por los años 1961 y 1962.

En mis muchas noches de plantón me preguntaba:

¿Quién, sino Dios, daba a aquellos sementales su fuerza y bravura?, pues cada noche se soltaban de sus cadenas y rebotaban sus cascos en el empedrado de aquella cuadra-santuario.

¿Quién, sino Dios, revestía sus cuellos con aquellas crines tremulantes?

Al intentar ayudar al compañero de cuadra me lanzaba a sus cuellos y los sementales brincaban como langostas.

Me despertaba cada noche de plantón de guardia, y yo saltaba del colchón de paja y chinches por el terror que infunden aquellos relinchos altaneros.

Cuando al amanecer los sacamos al patio del Depósito de Sementales relinchaban de júbilo tras librarse del encierro en los boxes.

Con brío se lanzaban al encuentro como si quisieran comenzar una batalla.

Ahora, cuando visito Caballerizas Reales, los contemplo desde unas gradas y los observo caracolear ante unos pasivos espectadores.

Imagino a sus antecesores en aquella guerra del Rif en la que esos caballos no retrocedían ante la espada ni cuando resonaban las llamas de las lanzas en apoyo de la infantería.

Ahora en el patio brincan al sonido de músicas suaves pero en aquellas guerras no se contenían cuando sonaban las trompetas. Ese era el gran poder de la caballería.

Hoy día, en el Depósito de Sementales de Caballerizas Reales, responden al jinete con su piafar pero entonces disfrutaban en la guerra al olfatear las órdenes de mando y los clamores.

¿Quién, sino Dios, daba esa fuerza y esa belleza a aquellos caballos sementales?

Hoy todo ha cambiado, pero, en cada ocasión en que rindo visita a este bello edificio, recuerdo mis quince meses de soldado sirviendo a aquellos magníficos ejemplares de caballos sementales.

*Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba

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