Opinión | CAMPO Y CIUDAD

Columela

Lucio Junio Moderato Columela acabaría consagrado a la actividad agrícola, considerándola como ciencia

El ciudadano Lucio Junio Moderato Columela nació en la hispánica Gades (Cádiz), de la provincia Bética romana, el 4 dC, falleciendo 66 años después en Tarento (Italia), tras haber actuado como militar durante un tiempo, tribuno laticlavio en la Legión VI Ferrata, en Siria, en el 35 dC. Más adelante, estimulado por su tío Marco Columela, acabaría consagrado a la actividad agrícola, considerándola como ciencia, mientras ejercía de agricultor en sus fincas ubicadas en Alba, Ardea y Carseoli. Consecuencia de esta su dedicación profesional agraria se cuentan como obras escritas ‘De Rustica’ o ‘Los trabajos del campo’, en 12 libros, y ‘De arboribus’, o ‘Libro de los árboles’; dedicadas a Publio Silvino, un aledaño y amigo agricultor.

La primera de las referidas deriva de trabajos de los agrónomos que le precedieron, verbigracia Catón el Viejo (’De la feracidad de las tierras’) y Terencio Varrón (‘El tratado de las cosas del campo’), así como de las experiencias que llegó a conocer de autores griegos, cartagineses y latinos, de los cuales anota un extenso catálogo, entre los que menciona a los geopónicos Julio Ático y Julio Grecino, progenitor de Gneo Julio Agrícola, suegro de Tácito, sin olvidar en sus versadas reflexiones agrarias a Hesíodo, Homero, Horacio, Ovidio, Virgilio, Lucrecio, Plinio y Celso. Compendiando la diversidad de las prácticas y de las tareas del campo, incluyendo la zootecnia, la ganadería y la sanidad pecuaria, así como la apicultura y la producción de derivados y conservas. Mientras el segundo tratado versa sobre los cultivos arbustivos, como la vid (citando a Séneca), y arbóreos, como el olivo y los frutales, además de la jardinería y la floricultura, centrada en rosas y violetas. Y, en resumen, una extensa compilación de la agricultura romana y del devenir geopónico y social del campesinado.

‘De Rustica’, fue ampliamente aplicada por los árabes, desde el siglo IX, y fundamental en la obra, auspiciada por el cardenal Cisneros, del agrónomo Gabriel Alonso de Herrera, en el siglo XVI, de donde bebieron los naturalistas del Renacimiento.

Suscríbete para seguir leyendo