Opinión | HOY

Estos lodos

Me exclamas cómo hemos podido llegar a esto. Es la exclamación que tantas veces se repite a lo largo de la Historia. Es el triste, trágico despertar de la conciencia, cuando ya no es posible el estúpido mirar para otro lado; cuando la verdad se nos estrella contra el alma, porque ni siquiera tuvimos dignidad para ser nosotros los que nos estrellásemos contra la verdad. De aquellos polvos, estos lodos. Pues siento decirte que hemos sido nosotros, los que ahora paseamos nuestra setentena, quienes hemos levantado esta ruina sin retorno. Ahora nadie lo sabe, porque la generación que incubamos, la que ahora alardea de su prepotencia en plenitud, eran nuestros hijos en aquellos años ochenta, cuando ya empezamos a corromper las palabras. Nunca queremos acordarnos de aquellos programas culturales de televisión abolidos, de aquellos escritores, cineastas, profesores, cantautores, tertulianos que se auparon alabando al poder y luego siguieron cuando empezó la corrupción; que colaboraron en aquellas nuevas modas, en aquellas campañas educativas y culturales. Ahora paseamos nuestra dulce vejez, nuestra áurea mediócritas, mediocridad dorada, con nuestra patética pose de intelectuales y escritores apartados en nuestro dulce retiro, dándonoslas de abuelos cebolletas, muy sesudos, muy espantados, pero con la vieja, eterna costumbre de ponerle una vela a Dios y otra al diablo, de bañarnos y guardar la ropa, de calcular muy bien la imagen de estar al cabo de la calle de tanta corrupción, este vaho de estercolero que se nos escapa de la boca cada vez que hablamos intentando aparentar lo que no somos ni nunca fuimos, sino todo lo contrario, en esta comedia de democracia, donde sigue y sigue la pantomima de que hacemos algo, de que decimos algo, cuando la realidad es la vacía resonancia de un nicho hueco y una galería sin nadie. Y los problemas sociales, culturales, históricos, dando vueltas y vueltas en esta diabólica espiral que se lo traga todo, en esta inmensa tinaja que aparenta estar llena de valores, cuando la realidad es que rebosa de inmundicia, banalidad, histrionismo y palabrería. Y fuera de la tinaja, la verdad: más mujeres asesinadas, más ruina, más miseria, más incultura, más mentira y más mentira. Pero nosotros nos salvamos; ¡siempre nos salvamos!

** Escritor

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