Opinión | AL PASO

Costumbres mortales

El final del año ha sido terrible en cuanto a asesinatos machistas. No avanzamos. De hecho, ya hay cuatro mujeres muertas en pocos días del nuevo. ¿Qué estamos haciendo mal con la cantidad de medidas que hay de todo tipo contra esto? Pues que el monstruo machista se retroalimenta, no tanto contra las leyes penales, sino de la mala educación que sigue engordando a la bestia. A la sociedad en general, el término patriarcado no le gusta porque suena a una especie de dictadura del hombre sobre la mujer. Y a nadie le gusta reconocerse proclive a la dictadura como sistema de organización. Pero, a ver, que si tuviéramos que calificar políticamente a la sociedad machista, es lo que mejor le viene como forma de canalización de dicho estatus social. Que haya mucha gente que el patriarcado no le moleste lo más mínimo es todavía normal, al igual que hay muchas más personas de las que se cree que no creen en la democracia como sistema de orden social sino en una dictadura que ordene con rigor a la sociedad, tipo Franco en España o el mariscal Tito en Yugoslavia. En dichas dictaduras, muchas familias fueron complacientes porque estaban dispuestas a ceder gran parte de su independencia individual en aras de un poder superior que les diera seguridad. Y eso es exactamente lo que piensan millones de mujeres: la sociedad patriarcal es mejor que la igualdad de sexos. Pero esto es tristísimo porque aún el hombre no ha despegado hacia la sociedad ideal, pero la mujer tampoco. La ignorancia no puede reinar por miedo al progreso. Porque lo cierto es que la sociedad machista manda en el ámbito público, pero infinitamente más en lo privado, que al fin y al cabo es lo que mueve el 99.99% de los aconteceres diarios. Y esa es la causa de tanta muerte y desgraciadamente seguirán por mucho que las instituciones públicas se esfuercen en legislar contra el machismo. La futura sociedad, donde la mujer pueda aportar completamente todas sus virtudes para la consecución de una sociedad no solo más justa sino mucho más avanzada, encuentra el dificilísimo bache de las millones de familias que no son maltratadores, que no tienen malas reacciones violentas psíquicas o físicas contra las mujeres, que no las humillan, pero que viven complacientes con una sociedad donde la mujer no puede dejar nunca el hogar, no puede dejar atrás nunca el papel de la maternidad, sino que tiene que compaginarlo con la autorrealización personal y laboral. Y así es prácticamente imposible la generalización del acceso de la mujer a puestos de responsabilidad y centros de poder donde pudiera propiciar el cambio de educación porque no les queda tiempo para la profundización cultural que dicho ascenso social precisa. Y así, la inmensa mayoría de las mujeres siguen aceptando ser lo que han venido siendo de siempre: el complemento del hombre (en el mejor de los casos). Y ellas hoy se resisten a que sea el hombre también el complemento de la mujer y, por ello, el hombre ni siquiera se plantea destinar buena parte de su tiempo a tareas hogareñas para que la mujer pueda hacer lo mismo que él sin que la familia tenga que desaparecer. Por ello digo que el problema de la dificultad para vencer la sociedad patriarcal no es tanto el sector de los varones maltratadores o machistas convencidos de la inferioridad social y humana de la mujer, porque contra estos hay toda una batería de leyes locales, estatales, europeas, supranacionales que suponen un fuerte y efectivo escudo de protección de la mujer. El problema son los millones de familias que tienen una estructura machista y ni siquiera lo saben. Y concluyo que, como dice el viejo dicho, la pasividad ante las muertes nos hace cómplices de los asesinos. Porque lo repugnantemente cierto, además de terriblemente escandaloso, es que debido a la mala educación patriarcal que sigue muy vigente, el grueso del pueblo, en vez de rebelarnos y salir gritando a la calle antes tantas muertes de mujeres, nos estamos acostumbrando a ellas y cuando en los informativos salen estas noticias brutales, cambiamos de canal.

 ** Abogado

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