Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Calores en invierno

El frío aporta lucidez al ser humano y facilita nuestras decisiones ante tareas complejas

Son muchas las señales que de este ‘invierverano’ me preocupan. No sé si las cigüeñas no se han ido o han venido ya. El caso es que veo en multitud de postes de la luz, alguna torre y en varias chimeneas sus siluetas marcadas llamando la atención. No he visto cigüeñitos aún, pero supongo que será cuestión de saber esperar. Eso de por san Blas, tres de febrero, las cigüeñas verás habrá que sustituirlo por Navidad ya están aquí las ‘cigüeñás’.

Otro detalle incómodo, no menor, son las moscas que cansan y patean las calvas y comida como si del mes de agosto se tratara. Si una mosca doméstica vive veintiocho días, aproximadamente como la duración de las fases lunares, quiere decir que las que ahora vemos no son de este verano, sino que el clima y condiciones han posibilitado nuevas moscas y han debido de nacer hace muy poco. Mal asunto parece preguntar por el ‘flis’ en el mes de diciembre y menos tener que utilizarlo a la hora de comer. Pero los moscardones están ahí con sus inquietos zumbidos penetrantes.

La higuera de mis padres tiene ya brotes verdes propios del mes de abril. Temo que alguna helada, traicionera sin duda, seque de un brusco golpe esos retoños tiernos llenos de nueva vida.

Las terrazas en bares y restaurantes están a rebosar con gente en manga corta. Mientras comen y beben toman tranquilamente el sol. Los camareros sudan al atender, como si en la vía pública hubieran instalado motores de calor a pesar del elevado precio de la luz. En las playas el personal, solo algún atrevido, se remoja los pies al andar por la orilla mientras que otros prefieren zambullirse en el agua. La temperatura del medio día es cómplice y anima. Los más exagerados han buscado en cajones y perchas y se visten con ropas veraniegas que chocan frontalmente con las tradicionales de Navidad, más cercanas a la nieve y al frío. Aunque esas frías imágenes se están quedando antiguas, según cuentan amigos son varias las montañas suizas que no visten de blanco como en tiempos pasados. Somos bastantes a los que nos preocupa mucho más el calor en diciembre que en julio o en agosto. No es buen tiempo el que estamos sufriendo, aunque algunos se empeñen en decirlo.

El frío aporta lucidez al ser humano y facilita nuestras decisiones ante tareas complejas. El frío se necesita para que caigan las hojas de los árboles y concentren su fuerza en las raíces, para que la tierra se contraiga y penetre la lluvia, para que se curen las matanzas de forma natural, etc. El frío del invierno asegura buenas cosechas y equilibra los bosques. Por otra parte es esencial para orientar a los animales en sus ciclos. El frío elimina insectos y mata patógenos en los campos lo que descarta o disminuye los tratamientos químicos, etc, etc. El frío, en fin, es un aliado de la vida en la Tierra y la garantía de nuestro futuro. Por todo eso y algo más, no me gustan los inviernos tan cálidos.

Me temo que el calentamiento político que venimos sufriendo en España desde hace demasiado tiempo, concretado en insultos, mentiras, crispación, desprestigio de las instituciones y enfrentamiento, al haber sido y es tan hondo en calidad y cantidad, haya afectado también al medio natural. Los españoles de a pie no nos merecemos espectáculos tan tristes y bochornosos. Excesivos mensajes políticos henchidos de pasión y escasos argumentos.

Las fechas navideñas deben ser siempre tiempo de paz. No podemos pedir la paz para Ucrania y declarar una batalla, aunque sea verbal, entre nosotros. Esperamos que crispadores y crispadoras lo demuestren con hechos. La Navidad debiera actuar siempre como antiinflamatorio y buen lugar de reflexión y encuentro. Feliz 2023 y que sea año de un sano entendimiento. Somos muchos los que necesitamos el buen ejemplo de nuestros líderes. Sabemos que la política no descansa, pero nuestros buenos deseos tampoco debieran descansar.

* Profesor jubilado

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