Opinión | PARA TI, PARA MÍ

Decálogo de Benedicto XVI para la humanidad

Fue el mejor teólogo del siglo XX y uno de los intelectuales de referencia del mundo más allá de las fronteras del hecho religioso

El adiós multitudinario al papa emérito Benedicto XVI ha resonado con fuerza en el orbe católico y ha conmovido las entrañas de la humanidad. Fue, sin duda, la admiración y la emoción, el cariño y el respeto, la gratitud envuelta en la esperanza hacia el mejor teólogo del siglo XX y, por tanto, uno de los intelectuales de referencia en el mundo actual más allá de las fronteras del hecho religioso. Todo se ha dicho, de palabra y por escrito, desde los altares de todo el mundo y en los funerales de todas las catedrales, sobre la persona y la trayectoria apostólica y pastoral de Benedicto XVI. También en la catedral de Córdoba, en el solemne funeral celebrado ayer, 7 de enero, nuestro obispo Demetrio Fernández, ensalzó emocionadamente la figura de Benedicto XVI, en esas tres dimensiones del ministerio pontificio: maestro, padre y pastor. Desde todo el orbe católico, desde multitud de ámbitos y ambientes, por encima de ideologías, las miradas se han concentrado en la sencillez y en la humildad de un hombre que, a lo largo de su vida, en sus años de pontificado y, en sus casi diez años de «retiro contemplativo», ha sabido iluminar los caminos de la fe, ofreciendo la doctrina de la Iglesia, con una sonrisa como telón de fondo de una fuerte esperanza. En la hora del adiós, Benedicto XVI ha recibido, entre emociones y plegarias, el abrazo multitudinario de creyentes y no creyentes, porque supo defender la idea de una humanidad universal, fraterna, libre y trascendente. Me gustaría seleccionar hoy en forma de decálogo, algunos de los mensajes más bellos que nos fue dejando Benedicto XVI, a lo largo de su vida, para que, grabándolos en el corazón, formen parte de nuestros principios y criterios, de nuestros anhelos y sentimientos. Primero, sus primeras palabras tras la elección como Papa: «Los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor». ¡Cuánta sencillez, cuánta humildad! Segundo, la famosa frase de su primera encíclica ‘Dios es amor’: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Tercero, la respuesta de Benedicto XVI, a la pregunta: «¿Qué ha traído Jesús al mundo?». «La respuesta es muy sencilla: a Dios. Jesús ha traído a Dios». Cuarto, la preciosa definición de Dios: «Nuestro Dios no es un Dios lejano, intocable en su beatitud, sino que tiene un corazón, un corazón de carne». Quinto, la relación de Dios con el hombre: «Dios cuida personalmente de mí, de nosotros, de la humanidad. No me ha dejado solo, extraviado en el universo». Sexto, Benedicto XVI profetiza con esta frase: «Ciertamente, el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero al fin y al cabo, sin Dios no puede menos que organizarla contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano». Séptimo, aquel grito en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau: «¡Cuántas preguntas se nos imponen en este lugar? ¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal?». Octavo, las palabras más esperanzadas para el hombre en su soledad: «Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios». Novena, una gran verdad: «El que reza nunca está totalmente solo». Décima: «Dios está siempre con nosotros. Incluso en las noches oscuras de nuestra vida, no nos abandona. E incluso en la última noche, en la última soledad en la que nadie puede acompañarnos, en la noche de la muerte, la bondad de Dios siempre está con nosotros». Con esta frase rebosante de esperanza finalizamos este «decálogo urgente» de Benedicto XVI, en la hora del adiós que le ha tributado la Iglesia, el pueblo creyente, miles y miles de personas de buena voluntad. Contaba el periodista Javier Martinez Brocal, que el secretario personal del papa emérito, Georg Gänswein, asegura que en torno a las tres de la madrugada, el enfermero que lo acompañaba escuchó claramente tres palabras: Con voz débil pero claramente inteligible dijo en italiano: «¡Señor, te amo!». Fueron sus últimas palabras. Punto final de amor para entrar en el Reino del Amor.

*Sacerdote y periodista

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