Opinión | la rueda

Mañana de Reyes

Respirar sin mascarilla, dar clase sin ella, por fin, pasear sin límite, ver todo abierto, recuperar el placer de ir a la biblioteca sin el agobio de estar en un lugar cerrado. Poder reunirte con las personas que quieres, mantener la costumbre adquirida estos dos años de no hacerlo con las que no quieres, como si el miedo estuviera aún presente. No retirar sillas de la mesa de celebración, sino añadirlas, discutir o ponerse de acuerdo en las mismas cosas de todas las navidades, hacer planes para las siguientes sin sentir vértigo, como si la vida fuera una sucesión de días seguros y no un abismo oscuro e incierto. Haber nacido aquí, y no en otro lugar, en Ucrania, por ejemplo, en Rusia, en cualquier país en guerra. No huir en medio de un bombardeo, no haber cerrado con llave la puerta de un hogar que ya no podremos llamar así. No esconder a tus hijos para que no los movilicen, estar preocupada solo por cuestiones cotidianas, como los exámenes o sus amores o si sale mucho o si sale poco, y considerar un logro el sonido tranquilizador de la cisterna que marca su vuelta a casa. No haber sacado billete para el viaje en el autobús de Galicia que cayó al río, el día de Nochebuena. No ser la profesora ni su hijo que viajan para pasar esa noche en familia, ni la cuidadora, ni la mujer que viene de visitar a un familiar en la cárcel y va medio dormida, acurrucada en mitad de la lluvia, tranquila por no tener que conducir con ese tiempo. Sobrevivir cada día del año sin ser conscientes de ello, a salvo por decisiones que tomamos sin darnos cuenta, un giro brusco del volante, una breve siesta antes de conducir, quedarnos a dormir para no volver de noche, hacernos un chequeo rutinario... Si hemos sido capaces de llegar hasta aquí, este año ya nos ha ofrecido regalos suficientes.

Hoy, al lado del árbol o en los zapatos, no encontraremos nada mejor que el simple hecho de levantarnos, abrir los ojos y seguir vivos. Nada es comparable a desperezarse en silencio, escuchar las respiraciones de todos, sentir la casa en calma, la vida en calma, tomarse un café y saberse a salvo. Luego, olvidaremos esa sensación, y volveremos al torbellino de los días, pero esta noche no es mal momento para hacer balance de todos los regalos que nos han sido concedidos al azar durante doce meses. Seguimos aquí, lejos de accidentes que ni siquiera hemos podido imaginar. No sabemos qué nos deparará este año, pero ojalá sigamos viviendo sin ser del todo conscientes del abismo, haciendo equilibrios en la frontera de lo que consideramos seguro y no es más que el almanaque de la incertidumbre. No se me ocurre un regalo mejor. Feliz mañana de Reyes.

*Escritora

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