Opinión | La cafetera de Aspasia

Liébana y la imaginación

«Sus ángeles nacen del mismo lugar que los del genio inglés William Blake»

No tuve la suerte de tratarle personalmente. Jamás supe cómo era su risa, que dicen que era habitual. Tan sólo coincidí con él como joven -jovencísima- estudiante de Bellas Artes en un sitio de estética clásica, antigua (quizás el cordobés Real Círculo de la Amistad). Con toda la timidez que cabe en el cuerpo de una veinteañera, nos presentaron. A mí como aprendiz de pintora y él, Ginés Liébana, en su calidad de maestro me preguntó con cierta sorna: ‘¿...y tú qué clase de pintora eres, de las de caballete o de los otros?’, una pregunta que me dejó sin palabras. La verdad: yo no sabía qué era yo, ni qué era exactamente la pintura de caballete en la que él pensaba ni a qué se refería. Así que la angustia que me entró por el cuerpo fue curiosa. Como si te examinaran y te quedaras en blanco. Creo que alcancé a decir con una tímida sonrisa y en tono muy bajo ‘no sé...’.

Nunca volví a hablar con él personalmente, pero, con el tiempo -y con la edad- intuí que aquello que me había dicho -en lo que yo creí que era tono inquisidor (en aquel momento)- no fue más que una broma amable de un gran pintor.

Aunque él físicamente no ha estado en mi vida, es imposible que la obra de un autor de la categoría de Ginés Liébana no te atrape. En mi caso, sus ángeles, siempre me producen mucha complicidad: esos ángeles hablan de todo. Tienen esa calidad, esa magia, lirismo y potencia de las formas que solo surgen de la imaginación más pura. Sus ángeles nacen del mismo lugar que los ángeles del genio universal inglés William Blake, pensemos en obras como su ‘Ángel de la Revelación’ (1803-1805). Blake, cuando pintaba ángeles, era su forma de representar a las ideas que tienen los artistas, esas ideas juguetonas que suben y bajan constantemente de la imaginación (que él llamaba en sus escritos Golgonooza) a la mente de los creadores. Para Blake, la creación significaba orar a tu dios interior. Ginés Liébana fue un artista total gracias a ese potencial, fue una figura que tampoco pertenecía a la realidad, a la Urizen racional, científica y lógicamente ciega que también rechazó Blake.

Se va a los 101 años y la ciudad parece que está comportándose a la altura de la figura que despide. Una ciudad que no suele ser generosa con los artistas en vida pero que, quizás, vaya aprendiendo poco a poco.

*Artista y profesora de la Universidad de Sevilla

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