Opinión | la tribuna

Más allá de la cultura de la violación

¿Por qué hay conceptos feministas? Porque hay que poner nombre a las violencias que sufrimos

Hace unas semanas, el Congreso de los Diputados mostró una reacción muy airada cuando la ministra de Igualdad, Irene Montero, hizo referencia al concepto «cultura de la violación». Fue así hasta el punto de que la propia presidenta del Congreso, Meritxell Batet, pidió a Montero retirar esa expresión.

Un país donde hay quienes tienen micrófonos para negar conceptos como «violencia de género» en el Congreso, sin que presidencia pida su retirada y sin grandes alteraciones políticas, da que pensar. ¿Y por qué hay conceptos feministas? Porque hay que poner nombre a las violencias que sufrimos por ser mujeres. Es complicado avanzar en igualdad, en una democracia, donde las bases del feminismo más básicas no las conocen ni los partidos, ni los poderes del Estado ni el llamado cuarto poder, la prensa. Esto demuestra la falta de memoria histórica feminista y algo más simple: que no nos escuchan y que se niegan a aprender.

Para que nadie se asuste, sobre todo de cara a un año electoral (y en estos días de cenas navideñas y familiares con cuñados y cuñadas), sería conveniente que sus señorías, prensa y ciudadanía general recibieran sin ira otros conceptos feministas como parte de su lenguaje común.

Dejo por aquí tres palabras que cuando las he expuesto en tertulias o conferencias nunca ha faltado quien ha dicho «esto no existe, te lo estás inventando». Y cómo no, miradas de desautorización, en parte por esa visión de superioridad en la academia, donde lo que ellos han dicho durante siglos ha ido a misa y lo nuestro siempre era cuestionado. Más allá de la cultura de la violación, hay otros conceptos como estos:

-Patriarcado. Reconocido en la ciencias sociales, es el sistema cuyo origen se sitúa en la creación de los estados modernos y donde las estructuras de poder están encabezadas por el hombre, con una institucionalización de su presencia y referencias culturales, en detrimento de las mujeres, a las que se subordina e invisibiliza. Esto se consigue, además, con la dominación sobre la capacidad sexual y reproductiva de las mujeres, a las que se relega en el papel de esposa y madre para garantizar los linajes y herencias. Para ello se establecen mecanismos de violencia física, psicológica o simbólica, establecidas desde hace siglos. Por supuesto, con la complicidad de mujeres también, educadas en el mismo sistema, como forma de supervivencia. Quien tenga dudas, que lea ‘El origen del patriarcado’, de Gerda Lerner.

-Sexo/género. Justo Lerner, en el mismo libro, resume esta diferencia en una sola reflexión: «El sexo hace que las mujeres tengan hijos, el género es el que sean ellas las que tengan que cuidarlos». Género, en la conceptualización feminista, es toda aquella cultura y educación construida sobre los mandatos de género (es decir, lo que se espera de un hombre y de una mujer para ser validados en la sociedad). Por eso, la violencia de género se llama así porque el género es el que crea la desigualdad y la violencia hacia nosotras.

-Empoderamiento. Nace en la Conferencia Mundial de las Mujeres celebrada en Pekín para aumentar la participación de las mujeres en las estructuras de poder. Es el proceso donde las mujeres toman conciencia de sus derechos y capacidades para, luego, avanzar de forma colectiva en la recuperación de su dignidad. Esto pasa desde tener acceso a bienes materiales (tierras, agua, trabajo…) para no tener dependencia económica, a conocimientos (estudiar) o identificar las formas de violencia para reaccionar ante ellas. Ojo, no tienen que ver con lo que el machismo camuflado de falso feminismo intenta vender y justificar con este término, que es la explotación sexual y el negocio de la prostitución y sus redes criminales.

Expongo aquí solo tres palabras y, mientras escribo, pienso que es curioso que quienes más niegan estos conceptos luego no se escandalizan cuando escuchan feminazi, hembrismo o ideología de género. Lo que el feminismo seguirá haciendo frente al machismo es lo de siempre: conceptualizar. Así que no os asustéis de los conceptos feministas. Nosotras nos asustamos con que nos maten y nos violen por ser mujeres, que es bastante peor. Y si nosotras hacemos vida y sobrevivimos con ello, vosotros podréis superar un mero concepto.

* Periodista

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