Opinión | TORMENTA DE VERANO

Cierre de ejercicio

Si dentro de lo personal me quedo en un plano medio, les diría que ha sido un año fecundo

Ya no hace falta cerrar el establecimiento por «inventario» como antaño ocurría y se anunciaba por estas fechas, en las que el cierre de ejercicio llevaba a contabilizar las existencias. La tecnología, los programas informáticos, los códigos de barras, los lectores de infrarrojos nos permiten tener al día nuestro ‘stock’ y contabilidad sin necesidades ni esfuerzos añadidos. Ahora que toca pasar página del año que marcha, me pregunto cuál es nuestro balance particular. El de cada uno. Y no me refiero a logros políticos, ni a los datos económicos, ni a los avances o retrocesos de la sociedad o del cambio climático, ni tampoco a los objetos y enseres que acumulé en ofertas varias. No, me centro en qué huella ha dejado en mí este 2022, y qué vestigio he dejado yo en él. En el fondo surge la gran pregunta: ¿he sido feliz y mereció la pena?, ¿has amado y te has sentido querido? O tal vez debamos responder ¿porqué perdí la paz en aquél momento y me siento desdichado como un náufrago perdido y sin rumbo?

El tiempo pasa rápido e inexorable y vamos acumulando canas y trienios. Conviene detenerse alguna vez para mirar el mapa y dibujar la ruta que deseamos recorrer, o rectificar si salimos del camino. Hacia dónde dirigir nuestros pasos y esfuerzos, nuestros intereses y energías. Si dentro de lo personal me quedo en un plano medio, ese que se ve desde fuera, les diría que ha sido un año fecundo. Tengo salud y trabajo, mis hijos culminaron sus estancias universitarias en el extranjero y se graduaron con éxito, gozo del cariño de la familia y la compañía de muchos amigos, he viajado por América, Asia y África, he terminado todas las carreras que comencé, incluso me he divertido representando obras de teatro, comparto con ustedes mis reflexiones semanales, a través de mi trabajo he ayudado a salir adelante a personas con situaciones muy complicadas y desde las aulas he podido poner algunas bases para que las generaciones que vienen detrás tengan razones sólidas para la convivencia. Sí , creo que ha sido un año de balances positivos para mí, y estimo que, sinceramente, mi labor ha sido fecunda para otros.

En un plano más interior e intimista, también hay sombras y pasivo. Les confieso que todos tenemos desalientos que nos asaltan, prejuicios que derribar, errores que constatar y contradicciones que rectificar, autoexigencias que elevar, espadas que enterrar y entuertos que enderezar. Pudimos ofrecer mejores sonrisas, palabras más cálidas, gestos más solidarios, escuchas más atentas. Pudimos soltar lastre de todo aquello que nos aprisiona y limita, empatizar más con quienes son más vulnerables y valorar mejor todo lo que la vida nos regala. Al final, mucho más que nuestro estatus o éxitos, trabajo o viajes, somos la amabilidad que expresamos, la generosidad con la que compartimos, la tolerancia y paciencia con quienes nos inquietan, la humildad ante quienes saben más y conocen mejor que nosotros, la bondad que mostramos con quienes se cruzan en nuestro camino, la inteligencia emocional que proyectamos al pensar antes de hablar para no herir al otro, la sonrisa que brindamos al desconocido, la madurez y coherencia con la que llevamos nuestra vida entre sentires, pensares, decires y quehaceres. Somos la fortaleza que resiste las contrariedades, la resiliencia que supera los desafíos y fuertes vientos. Somos lo que soñamos y aquello por lo que luchamos. Y pese a muchas primaveras, seguimos llenos de sueños y afanes, de ilusiones y retos con los que comenzar nuevas andaduras. Mira el faro que te guía y haz tu balance particular para no andar perdido. Es la hora, amigo. Feliz Año Nuevo.

* Abogado y mediador

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