Opinión | hoy

La violencia de la paz

La paz es lo humano. Y nosotros somos seres humanos. Por más que no creamos en esto ni siquiera dentro de nosotros mismos, por más que nos empeñemos en imponernos e imponer otra naturaleza, nosotros no podemos dejar de ser humanos. Todos los seres humanos somos ciudadanos de esa patria. Éste es nuestro privilegio o nuestro drama. Después de millones y millones de vidas que dieron su vida, somos humanos. ¿Cuál fue la primera alma que eligió la paz a pesar de su sufrir por una injusticia, a pesar de escuchar fuera y dentro de sí misma que la paz es una utopía, una locura y un sinsentido? ¿Quién tomó por primera vez la decisión de dar su vida para que no continuase la violencia recibida?

Callar cuando en el corazón brota el sentir de que se tienen todas las razones y todas las palabras para devolver la herida. Buscar la reconciliación, el borrar y olvidar, cuando se tienen todos los motivos para la venganza y la ira, y morder las palabras, y con cada una, lanzar dentelladas y zarpazos, y, sin embargo, abrazar y sonreír, y optar por la violencia de la paz. Es el secreto de lo humano, el sentimiento que sólo se puede experimentar. Caminar por la certeza de que tenemos que dar la vida para sembrar la paz, con la absoluta esperanza de que la semilla de esa palabra fructifique en otras almas y descubramos por fin el mundo sin violencia. Es la revolución de las bienaventuranzas. Tenemos que empeñarnos en la paz a nuestro alrededor y en nuestros pensamientos, por más razón y justificación que tengamos para responder a una idea, una palabra o un desprecio.

Todos llevamos razón, porque todos tenemos nuestra razón, pero la brújula debe ser la paz, nunca la violencia. Somos humanos porque la paz es lo humano. Todos los seres humanos nacemos pequeños, y sonreímos, y lanzamos nuestros brazos para que nos abracen, y creemos en la alegría. Todos hemos experimentado la inocencia, porque llevamos la paz con nuestro ser. Es fácil regresar a esa tierra. Todos pertenecemos a ella. Entrar en ella para siempre, definitivamente, para nosotros y para los demás; en ese mundo del que nos exiliamos y nos convertimos en proscritos permanentes cada vez que justificamos la violencia, cualquier violencia contra un mar, un río, una planta, un animal, un ser humano.

* Escritor

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