Opinión | al paso

El Mundial de la vergüenza

La masa cuando se coordina es invencible. Nada ni nadie puede con ella. Pero cuando debe protestar y permanece pasota, es como un océano de basura que huele y pudre toda la vida que convive con ella. La primavera árabe, la masa musulmana organizada, derrocó a gobernantes que parecieran invencibles como dioses y los mostró como alimañas que huyen. Y de eso no hace nada. Recuerdo a Gadafi o a Sadam. Ambos, antaño imponentes, parecían marionetas tragicómicas asustadas como un cervatillo ante un león cuando la masa los apresó. O años antes Ceausescu, el dictador rumano, asustado de las muchedumbres sedientas de justicia, antes de ser colgado por la multitud. Y es que cuando la masa se mueve así de poderosa, es imparable porque toma conciencia de sí misma y actúa como un ente único como cuando cientos de aves emigran. Lo más complicado es juntarla con un fin común. Y es difícil la coordinación, pero, cuando eso pasa, no hay quien se le resista; y no hay nada más honorable en el universo que la masa coordinada para exigir justicia social. Pero cuando la masa se organiza para fines frívolos y permanece pasiva ante los abusos que se cometen frente a ella porque está entretenida con pequeñeces, entonces lo que se cuestiona es al ser humano como posible retroceso de la historia cósmica. Y aplicando esto al último Mundial, es sencillamente deprimente cómo la masa ha mostrado su cara más amorfa y más inútil: valora más la pelota de Messi que la vida de Azadani.

Porque el mejor futbolista de hoy no es el argentino callado ante las continuas lesiones a la dignidad de las mujeres, sino el futbolista iraní, que a riesgo de su vida aprovecha la popularidad del fútbol para gritar justicia por ellas. Pero la masa traidora, ha preferido encumbrar al pelotero rico que al pelotero activista. Azadani ha sido apresado y encarcelado y, probablemente, será condenado a la pena capital si no lo impedimos. Y todo por participar en las protestas contra la esclavitud femenina a sabiendas de que podría arruinarse para siempre. Eso sí que merece una copa, no por jugar al fútbol y cobrar cifras meteóricas, sino por jugarse la vida por los demás. Pero la masa del siglo XXI parece la más estúpida de la historia porque ha preferido idolatrar a Messi. Por eso digo que este Mundial es vergonzoso por tres razones: por no ver un campeón en Azadani, por pensar que Messi es un ejemplo de ser humano y, más deprimente, por el pasotismo mostrado por las masas de los estadios de fútbol ante la llamada agónica de un humilde futbolista que creía que la masa lo apoyaría.

A tiempo estamos: Argentina debe renunciar a la copa del mundo y entregarla a la lucha por la dignidad de las mujeres en Irán. Y todo ello con banderas por doquier con la fotografía de Azadani vestido de futbolista.

* Abogado

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