Opinión | COLABORACIÓN

La Navidad y la posmodernidad

La celebración se refiere a un acontecimiento de hace más de dos milenios: el nacimiento de Jesús de Nazaret, que es la clave

Revivir en la sociedad los valores evangélicos de la Navidad implica unos desafíos que pueden cambiar a cada época histórica. Cada celebración importante tiene un inicio en el tiempo y una fuente que le da el sentido. La Navidad se refiere a un acontecimiento de hace más de dos milenios: el nacimiento de Jesús de Nazaret, que es la clave. La fe en Jesús se ha confundido a veces por la religión dominante en la sociedad generando un cristianismo de masas. Ahora, con los cambios sociopolíticos y culturales de nuestros días, el modelo es poliédrico, que posee o manifiesta varias facetas. Los pesebres vivientes, que patentizan las reminiscencias franciscanas del Santuario de Greccio, pueblo medieval situado en la región del río Rieti (Italia) erigido por san Francisco de Asís, y desde entonces Greccio y su santuario se conoce como el primer belén del mundo en el año 1223, son una realidad aquí. A su vez, se pretende desactivar la fuerza de la Navidad, secuestrando su sentido a través de reducir estas fiestas a unas prácticas económicas de gastronomía y de regalos, de dejar de hablar de Navidad y sustituirlo por la fiesta del invierno, arrinconando las navideñas, eliminando la palabra Navidad de los letreros luminosos. Pero hay, desde hace años, ayuntamientos decididos a reinventar la tradición, y más que a reinventarla, a no dejar de ella piedra sobre piedra. O quizá deberíamos decir deconstruirla, como conviene a la posmodernidad. Esa deconstrucción significa, en lo concreto, sustituir la simbología tradicional por otra que recuerde lo menos posible a la navideña de siempre, y de tal manera que cuando la vemos no podemos reconocer en ella a la Navidad. Quizá logremos reconocer algo, pero la Navidad seguro que no se nos aparecerá. El objetivo de los deconstructivos es que la Navidad sea irreconocible. La desvinculación del sentido nos lleva a desencantarnos, es el reino de la posmodernidad, mas a pesar de los cambios permanece la Navidad.

Algunos aspectos de la tradición son plenamente evangélicos, otros, no. Hay que recordar la primera Navidad porque nos proporciona la clave para vivirla en profundidad. Algunos indicadores: José y María estaban de viaje, no encontraban lugar para estar, llegaron a las afueras del poblado, Jesús nació en las condiciones más precarias. Los primeros en celebrarlo fueron los pastores, un colectivo social de los más marginados, y unos reyes que leían las estrellas, que nosotros hemos convertido en reyes magos. La familia fue amenazada por un político de turno como Herodes y tuvo que exiliarse en Egipto, un país nuevo, una lengua nueva, unas costumbres nuevas... Si nos alejamos de los valores evangélicos de la primera Navidad, la celebración de las fiestas que se acercan oscilará entre la tradición y la posmodernidad. Luces navideñas en las calles, árboles de Navidad iluminados, belenes, cabalgatas de Reyes Magos y, ya que los hemos incorporado, Papa Noeles con trineos y renos. Si se abre el corazón a Jesús y se escucha su palabra, viviremos la esencia de la Navidad con alegría y fraternidad.

* Diplomado en Ciencias Religiosas

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