Opinión | campo y ciudad

León Felipe

Y viene a verme León Felipe, junto a mis manos. Allí está, hablándome desde uno de sus poemarios de donde amablemente surge, cuán el espíritu de mítico Erató, con la filosofía que se necesita, y es precisa, exenta de sofismas. La enjuta locura del cuerdo, la escueta cordura del loco. También Dante sabe mucho del infierno; y Schopenhauer de la realidad, aun tachado de pesimista. Vislumbrándose de arriba abajo la huellas de Aristóteles y de Erasmo de Rotterdam.

Y entonces sucede que: «Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar. Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar. Va cargado de amargura, que allá encontró sepultura su amoroso batallar. Que allá quedó su ventura en la playa de Barcino, frente al mar».

Va vencido, el caballero de retorno a su lugar. Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura en horas de desaliento, así te miro pasar. Y cuántas veces te grito: «¡Hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar; hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura, que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar! Ponme a la grupa contigo caballero del honor».

Y en ristre ya con su lanza, al galope del escuálido jumento, no obstante las advertencias, contra las aspas del molino, que son los hercúleos brazos del tiránico gigante, símbolo y epítome de la despótica opresión. Para después enfrentarse a polvorientos ejércitos como de gente de guerra pertrechada, cuán piaras de guarros gruñendo, rebaños de cabritos que ramonean en el secarral manchego, sumisos borregos y ovejas balando, camino del degolladero conducidos por rufianes y empecinados rabadanes.

La libertad -se le escucha argüir al Caballero de la Triste Figura- es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

* Doctor Ingeniero Agrónomo | Licenciado en Derecho

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