Opinión | FORO ROMANO

Los sueños de la Navidad

El 24 de diciembre transforma a la mayoría de los seres humanos, al menos en esos segundos en que deseas felices pascuas al de al lado, pides el aguinaldo a la carita de rosa, miras a los cielos, te fijas en las nubes y las estrellas y te acuerdas de cuando vivían tus padres, a los que quizá lo que más les gustaba de la Navidad era la matanza del cochino en el corral junto a los brocales del pozo.

Este tiempo en el que el obispo, por su trabajo, ha alertado del aumento de la desigualdad y del número de pobres, en el que los mayores de las residencias de ancianos salen de su caparazón y disfrutan del alumbrado navideño gracias a la generosidad de los taxistas, nos volvemos como niños que se entusiasman por las luces que ha puesto el Ayuntamiento en la calle Cruz Conde, apellidos de una familia que ya en los años 20 del siglo XX mandaba bastante en la ciudad, según recoge la actual exposición del Archivo Provincial de la que es comisaria, junto a su directora Alicia Córdoba, mi compañera –por periodista y académica- Rosa Luque. Ya que ha empezado el invierno, ese tiempo de enagüillas y mesas estufa, creo que volvemos a entregarnos a la niñez porque es la edad más apacible y el origen de nuestra personalidad, desde la que jugaba en la ermita al fútbol a la que caminaba por esos campos a cazar lagartos, o la que se divertía con la pitila y la piola en la plaza de la iglesia, en las ventanas de Abraham. Cuando cantar villancicos era como una obligación de la edad y pertenecer a la rondalla te enseñaba otros pueblos en cuyos bares te convidaban a aceitunas rellenas. San José, el Niño, la Virgen y los pastores pertenecen a ese mundo de la primera edad en la que la música de guitarras, bandurrias, laúdes, panderetas, flautas, castañuelas o triángulos sonaban en aquel tiempo en que todo parecía un sueño en el que el portal de Belén era nuestra casa de fantasía.

La Navidad era un tiempo fabricado en nuestra mente que empezaba el día de la lotería y terminaba con la cabalgata de Reyes, como ahora, aunque para nosotros los pastores, el ángel y la estrella eran tan reales como los regalos que nos echaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Que con el tiempo dejaron sus países de Oriente, donde toda la fantasía era posible, y se instalaron en El Viso de los Pedroches, donde el frío de enero encendía candelas por la noche y hacía migas con torreznos al mediodía cuando los habitantes del pueblo escenificaban el Auto de los Reyes Magos, que vuelve los días 5, 6, 7 y 8 de este próximo enero después de que el año pasado la pandemia impidiera su escenificación. Los Reyes Magos de El Viso, que ahora tienen museo propio en la localidad viseña, fueron parte de la historia de nuestra infancia en una plaza que en verano se convertía en ruedo donde nos llevaban a ver los toros. Debajo estaba, pero eso no lo sabíamos entonces, un lugar donde se protegían de los bombardeos durante la guerra.

La Navidad y el invierno en los pueblos son el recuerdo de los sabañones de la infancia y también de los coloquios de la infancia de Jesús en Alcaracejos, que se escenifican cada cuatro años desde 1978, este los días 1, 2, 3 y 5 de enero, pueblo que ha convertido su matanza en una especie de museo viviente. Un espectáculo que en nada se parece a ese de las despedidas de solteros que sí, dejarán dinero a la hostelería, pero con un coste social algo desagradable. Por eso el Ayuntamiento ha dicho que va a regular el turismo de despedidas de solteros y borracheras en un tiempo en que el antiguo Simago va albergar viviendas, hotel y oficinas y una parte del mundo se rinde a Messi.

En este tiempo de Navidad en que solemos mirar a los cielos, las nubes y las estrellas mi compañera Rosa Luque ha entrevistado en directo en la Real Academia a la cordobesa Casiana Muñoz Tuñón, subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias, que nos dio un paseo por el cielo, el origen de nuestra curiosidad, con la cercanía sólo posible para una científica que todavía vive los sueños de la infancia. Como los de aquellas navidades.

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