Opinión | La clave

Ensuciar la belleza

El sábado pasado vimos al entrar en un bar del barrio de Torrero un cartel en la puerta que anunciaba: «Entendemos que un mundial en un país que no respeta los derechos humanos ni las libertades fundamentales no tiene sentido y por tanto este establecimiento no retransmitirá ningún partido del mundial de Qatar 2022». Algo inaudito en un barrio donde en los bares populares se grita y se venera el fútbol por encima de todas la cosas. El sábado 17 de diciembre finalizó el Mundial de fútbol que, como sintetiza El Roto en su tira periodística, «Nosotros movemos el balón, pero los goles los mete el dinero».

Y así ha sido. El emirato árabe ha organizado el mayor escándalo de corrupción en la historia del Europarlamento. No solo compró votos sino que se pagaron grandes sumas de dinero para influir en la decisiones políticas y económicas que lavan la cara de ese país del golfo Pérsico. El escándalo llegó cuando la policía belga cogió con las manos en la masa a una de las vicepresidentas del Parlamento Europeo, Eva Kaili; a su pareja y asistente personal, Francesco Giorgi, y a su padre Alessandro Kaili. En un fulminante operativo de película que incluía registros en casas, despachos y hoteles. Y no se anduvieron con tonterías de inmunidad parlamentaria. Actuaron y los pillaron antes de que desaparecieran las pruebas (bolsas con 600.000 euros en efectivo como «regalo» a los tentados).

A la griega del Pasok, Eva Kaili, y a su novio el italiano, Francesco Giorgi, los llamaban «los guapos» por los pasillos del Parlamento en Estrasburgo. Y la verdad es que son dos ejemplares atractivos a tenor de las fotografías. Perfectos para protagonizar una serie de Nexflix. El guion ya está escrito y está vez la realidad supera la ficción. No sabemos cómo acabará. Parece que el exdiputado Antonio Panzeri daba las consignas de cómo defender los intereses qatarís.

Hasta las declaraciones de la pareja, al dictado de sus abogados, sonrojan. El guapo asistente en un intento de exculpar a su novia se ha echado todas las culpas: «Lo he hecho todo por un dinero que no necesitaba, por avaricia, pero ahora liberen a mi pareja, que debe estar con nuestra hija». Y ella en un primer interrogatorio ha declarado que solo «gestionaba» el dinero de la organización. Luego ha reconocido que guardaba el dinero en su casa y daba instrucciones al resto. 

Con todo este desbordante glamour de corrupción y sobornos, los falos erectos de Doha, capital de Qatar, se iluminan con más intensidad en los despachos de los rascacielos multiplicados donde se cuecen los sucios negocios

Se compran voluntades millonarias de eurodiputados ambiciosos, y de paso se intenta tapar la mala imagen que ofrecen los obreros muertos en la construcción de sus guaridas verticales, se asesina a los que disienten y se mantiene a raya la prolongada sumisión de sus mujeres esclavas o no de su machismo. Guapos, ricos, con poder y en el sitio adecuado. Han sido el cebo perfecto para ser tentados por Qatar. Su lavadora de alta gama. 

* Periodista y escritora

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