Opinión | Colaboración

Belén torrecampeño

El espíritu de la Navidad llega a lo grande en Torrecampo, con la representación viviente de los días 25 y 26

Participantes en el Belén viviente de Torrecampo, en su edición de 2018.

Participantes en el Belén viviente de Torrecampo, en su edición de 2018. / RAFA SÁNCHEZ

El pueblo de Torrecampo ensalza su espíritu de Navidad a lo grande. Lo hace con un Belén Viviente los días 25 y 26 de diciembre con un aparato escenográfico extraordinario. Si hay algo que me entusiasma en estas fiestas, son las vivencias sinceras, sin grandes maquillajes al uso del potentísimo comercio urbanita y las luces a espuertas. El norte de Córdoba viene siendo, en los últimos años, la expresión más fuerte de la provincia en teatralizaciones populares de alto standing: la Vaquera de la Finojosa, Asonada de Pedroche o La Columna y Halcón de Belalcázar. Se trata de apuestas fuertes por la emoción, porque es el Pueblo con mayúscula el que interpreta la Historia; el que vive en sus propias carnes el pasado con fruición, disfrutando una buena parte del vecindario el sentir en sus carnes la vibración de la escena. No se trata simplemente de un escaparate expositivo, que también lo es para beneplácito de foráneo y desarrollo económico, sino interpretaciones en las que aflora al máximo la afectividad y el concurso social, porque la participación tan elevada habla de que el evento está sembrado de muchas derivadas; muchos días y noches preparando conjuntamente, conversando y confraternizando grupos intergeneracionales; ordenando escenarios y ornamentando elementos. Torrecampo pone en escena más de cincuenta secuencias de aquel evento que sigue vigente después de dos mil años, con más de trescientos figurantes de todas las edades. No puede pedirse más a una población limitada de medios económicos. El esfuerzo de la vecindad en participar en un registro teatral, sin ser nadie profesional, vale un mundo, porque ahí seguramente que encontramos más verdad que en los cientos de representaciones que observamos todos los días en los medios de comunicación y en teatros profesionales. Se trata sin duda de una fiesta que tiene que contar con todo el concurso del pueblo, de la comarca entera de Los Pedroches y de la provincia de Córdoba. Los días álgidos de Navidad son momentos propicios para desplazarnos en pequeñas distancias disfrutando de estos espectáculos apasionantes, llenos de amabilidad y color, emotividad a raudales y marcos rurales incomparables que prácticamente han desaparecido en gran parte de España. A Torrecampo no le faltan tampoco retazos de la Historia, porque su hermosa parroquia de San Sebastián es santo y seña de la arquitectura del Bajo Medievo (ss. XV y XVI), con una pureza extraordinaria en conformación de planta y alzado, con magníficas bóvedas estrelladas y retazos pétreos que hablan de otros tiempos; de mayor notoriedad es la ermita de Ntra. Sra. de Gracia, con elegante y singular interior que sorprende a cualquiera en sus columnas y especialísimos capiteles, que rezuman resabios de arte de muy diferente factura. No menos belleza guarda, en paridad con el paisaje del trasiego de la Mesta, la hermosa ermita de Veredas, que columbra recuerdos de un pasado pastoril al arrullo del Guadamora, en la divisoria entre Andalucía y Castilla-La Mancha. Todo Torrecampo es silencio y belleza consuetudinaria que explota en alegría y bullicio en días como la Navidad. El sabor típico de la fiesta se agranda en estos lares, envidiables, por la hospitalidad y el afecto que derrochan, por el entusiasmo que desprenden sus vecinos en agradar y disfrutar conjuntamente con una fiesta que es de todos. Torrecampo hierve con apasionamiento y espera la visita de una provincia que muchas veces se pierde en eventos al uso (ferias, exposiciones, capital…, etc.), pero guarda esencias nada desdeñables. Solamente visitando estos pueblos tan sembrados de verdad y de gozo, con tanta naturalidad, se vivencian escenas tradicionales que te llegan al alma. Son estampas inolvidables en las que el concurso de la vecindad fluye raudo uniéndose a los visitantes en un ambiente completamente embebido de fiesta de la buena. La Navidad de Los Pedroches comienza con una representación de altura, emoción y afectividad que no defraudará a nadie.

* Doctor por la Universidad de Salamanca

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