Opinión | TRIBUNA ABIERTA

De aquellos polvos, estos lodos

En democracia, dicen, el pueblo manda; el lunes el pueblo fue acallado

Conviene echar la vista atrás y saber los pasos que se han recorrido, el sendero que se eligió para llegar hasta donde hemos llegado. La mirada corta en un tema tan importante como la separación de poderes, la Constitución y, en fin, la democracia, puede llevar a efectuar análisis sesgados de algo en lo que nos va la vida como sociedad. La libertad nunca debería estar en juego.

El pasado lunes el Tribunal Constitucional (TC), con varios magistrados con el mandato caducado, decidió tumbar la reforma legislativa propuesta por el Gobierno (ejecutivo) y validada por el Congreso (legislativo), precisamente, para renovar la alta institución judicial. El TC se erigió en juez y parte. Desde ese momento, los jueces decidieron que su autoridad estaba por encima de la de los otros dos poderes del Estado. Por encima de una decisión de unos representantes de la soberanía popular. En democracia, dicen, el pueblo manda. El lunes el pueblo fue acallado. Y la decisión dependió del voto de dos jueces que, según los mecanismos constitucionales que disponen su renovación, no deberían haber estado en esa reunión.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? La mayor y más grave crisis de legitimidad del poder soberano no es consecuencia, no en exclusiva, de la miopía política del Partido Popular. Tampoco, de la decisión del Gobierno de España de tomar por la calle del medio, hacer oídos sordos a la realidad y tratar de imponer una solución a todas luces errónea.

En una democracia representativa, que en definitiva es el modelo en el que se articula el poder en España, el pueblo vota cada 4 años. Si uno repasa el auténtico terremoto político que ha vivido nuestro país desde el 15M, en estos 11 años, comprobará que algunas de las claves de la situación que vivimos ya se apuntaban entonces. «No nos representan» o «queremos una democracia real» eran algunos de los lemas que toda una juventud organizada lanzó al aire y que nadie recogió.

Luego llegó Podemos, poco después Ciudadanos, y más recientemente Vox, y cambiaron por completo el tablero de juego político. El asunto central allá por 2015 era la reforma de la Constitución. La izquierda a la izquierda del PSOE entendía que era el momento de reformar una Carta Magna que ha sido, desde luego, un documento vital en la historia de España, pero que necesitaba de una verdadera reforma. Que no una ruptura. PSOE y PP pasaron del asunto. Crearon comisiones y subcomisiones para alargar la cuestión y dejar que la reforma constitucional quedase en el olvido.

Poco después, Vox, un partido con más de 50 escaños en el Congreso, se encargó de martillear día y noche con la cantinela de que España se rompía, que iba a acabar con las autonomías, a meter en la cárcel al independentismo catalán y a ilegalizar a todos los partidos nacionalistas. Miren las hemerotecas, muchos olvidan de dónde venimos pero yo lo tengo claro

Entre medias de todo eso, una comunidad autónoma de España (Cataluña) celebró de forma ilegal un referendo de autodeterminación y los cabecillas de aquel clamoroso error histórico acabaron en la cárcel o en el exilio. Finalmente, en los dos últimos años, el Gobierno de Pedro Sánchez optó por una negociación política con el independentismo catalán para sacar a sus presos de la cárcel. Esa negociación nos ha llevado al punto actual. Tras todo ese proceso, ese sendero del que hablaba al comienzo. Desde el 11M hasta la irresponsable decisión del TC de este lunes. Una sociedad, la española, que ha cambiado enormemente en ese proceso. Que se ha empobrecido. Que tiene a una generación de jóvenes precarios incapaces de acceder a una vivienda digna.

Enfrente, una clase política miope, ciega de poder e incapaz de darse cuenta de que si no vertebra una reforma de la Constitución que nos dote de instrumentos políticos al servicio de la realidad ciudadana y de los problemas de 2022 (que no son los de 1978), las instituciones seguirán pervirtiéndose. Y lo que está en juego es enorme: la democracia y el sistema de libertades que han hecho a España vivir los mejores 40 años de su historia. ¿Vamos a permitir que la cuesta abajo sin frenos del poder del Estado siga su curso sin remediarlo?

*Periodista

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