Opinión | COSAS

Socialistas cretácicos

No veo en este Gobierno al hombre que se enfrentó al batallón de Jaén para defender sus ideales

El pudor es un recurso estilístico que, más que ampararse en el comedimiento, intenta domeñar subjetividades, máxime cuando por medio se entromete un ascendente familiar. Sin embargo, hay ocasiones en las que conviene excepcionar esta cautela. Permitan por ello que hoy les hable de mi abuelo, remitiéndome para profundizar en su figura a la elogiable biografía que escribió Manuel García Parody (’Miguel Ranchal, hasta la eternidad’) y al encomiable empeño de mi padre por recuperar algo tan trasnochado en nuestros tiempos como es el honor.

Miguel Ranchal Plazuelo fue un destacado dirigente socialista provincial en ese primer tercio del siglo XX en el que la eclosión de ideologías fue un auténtico choque de placas tectónicas. Estuvo en la guerra de Marruecos, cuando aún estaban calientes los rescoldos de Annual. Una de las paradojas de su vida fue que, después sufrir muchas bajas, su blocao fue liberado del hostigamiento de las cabilas rifeñas por el coronel Franco, el mismo que años después firmaría su sentencia de muerte. Fue alcalde de Villanueva del Duque en los tiempos en los que la cuenca minera del Guadiato iba dejando atrás su apogeo. En la guerra civil se jugó literalmente la vida cuando el batallón de Jaén, del bando republicano, quiso sacar de la cárcel municipal a parroquianos afines al Alzamiento para darles el paseíllo. Mi abuelo no consintió ese atropello. Perdida la guerra, tuvo la oportunidad de huir en la base aérea de Alcantarilla a la que fue destinado como comisario político. Una dosis de romántica ingenuidad -libre de delitos de sangre- le llevó a penar por el campo de concentración de Albatera, siendo finalmente fusilado el 13 de junio de 1940, en una de esas playas barcelonesas en las que el que el Quijote se topó con el mar. En el cementerio de Montjuic, mi hermano descubrió un monolito en el que figuraba el nombre de mi abuelo, junto con los restos de tantos afines a esa República que fraguaba lazos de sangre con una Cataluña convertida en un camposanto de quienes lucharon por la fraternidad. Y hoy, Barcelona, no puede convertirse en el Colliure de un exilio interior.

Dios me libre de arrogarme la memoria de mi abuelo, pero nadie puede privarme de enorgullecerme de su coherencia y sus convicciones. En más de un artículo he alabado la audacia de Pedro Sánchez, una némesis contra el dontancredismo de Rajoy. Pero el sanchismo ha superado excesivas líneas rojas. Y entiendo que la capital, por encima de pifias de arquitectura jurídica como la Ley del solo sí es sí, ha sido cimentar su estrategia política en el frentismo, agigantando la cesura de la ciudadanía en lugar de asentar el bienestar sobre la convivencia. Buena parte de la culpa la ha tenido el partido popular, con esa bunkerización para no desatascar la renovación del poder judicial. Pero el acabose fue el patético mantra pronunciado por el bloque de la investidura en el hemiciclo, denigrando al estamento judicial y convirtiendo a magistrados del TC en Tejeritos con puñetas. Dirán que se ha magnificado la Transición, pero ver hoy a Carrillo aceptando la bandera rojigualda parece guardar un efecto alucinógeno.

Que la soberanía reside en el Parlamento es el catón de los que estudiamos Derecho. También sabemos que los diputados son representantes y no mandatarios, al igual que habría que resolver esa dicotomía entre disciplina de voto y borreguismo. Y a los que devalúan el golpismo con frases altisonantes, pero hueras, debería recordarse que el Estado de Derecho es un engranaje de poderes, pese a que quieran hacer de Montesquieu ni siquiera un zombi, sino un Nosferatu. Los contrapesos están para evitar las cuquerías de procedimientos sospechosamente abreviadísimos, a mayor gloria de intereses personales arropados por banderas nacionalistas. No veo en este Gobierno al hombre que se enfrentó al batallón de Jaén, para defender precisamente al contrario. Puede que la respuesta sea que tanto él, como sus descendientes, sean socialistas fósiles.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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