Opinión | ESCENARIO

Es Navidad

Con la Navidad pasa como con el Camino de Santiago: cuándo estás en él es como si penetraras en una burbuja donde todo es cariño, solidaridad y buenos deseos para todo el mundo. De hecho la frase más repetida es «buen camino». Nos transformamos en seres maravillosos preocupados por los que comparten la experiencia, aunque una vez terminada ésta, volvamos a las prácticas habituales, ni buenas ni malas, las de siempre, o sea, que el Camino -a la mayoría- nos mejora transitoriamente; sólo para pocos -lo sé- supone una catarsis que les cambia la vida para siempre.

La Navidad -época de reuniones, regalos y compras- hace años que se va alargando y entre unas cosas y otras hace casi un mes que empezamos a celebrar las comidas de empresas, peñas, asociaciones y amigos; que les pregunten a los bares, restaurantes y tabernas, que están a tope de reservas. Quizá el pistoletazo de salida fue el importado «viernes negro» y, desde entonces, un no parar nos ha traído a la antesala de la Nochebuena, empezando por las películas navideñas que invaden las plataformas hasta el empalago. Dice mi amiga Eulalia -la que vive en Cerro Muriano y, llegando estas fechas convierte su casa en un parque temático de la Navidad- que si cada persona del mundo hiciera lo que está en su mano para proporcionar felicidad a los seres que tenga más cercanos, muchas cuestiones se arreglarían, pero no queremos ponernos trascendentes al borde ya de zambullirnos definitivamente en una fecha que despierta nuestros mejores y mayores afectos.

Lo cierto es que las estanterías de los supermercados están bastante desmanteladas, lo que demuestra que las familias van desarrollando sus actividades con arreglo a lo programado, siempre intentando reunirse en casas de unos o de otros o por turnos; por cierto, un hecho constatable es que el pavo, como plato estrella, va perdiendo adhesiones. También conozco a quienes aborrecen y denostan tanta celebración y alegría forzosa, tachándolas de falsas e impostadas. Y a todos, aunque sea por un instante, nos aplasta el recuerdo de una dicha perdida y nos invade la tristeza y la melancolía. De una manera o de otra, éste es tiempo de olvidar perjuicios y agravios. Es tiempo de buenos deseos, justamente los que tengo para todos ustedes, los que pacientemente leen esta columna y a los que pido perdón si alguna vez he molestado con mis palabras. De todo corazón les deseo Feliz Navidad.

Suscríbete para seguir leyendo