Opinión | El mundo digital

Cocaína digital

La socióloga estadounidense Julie Albright calificó a la red social china TikTok, muy presente en la vida de nuestros hijos e hijas, como «cocaína digital». Lo hizo en una entrevista a la revista económica Forbes, en enero de 2020, y merece la pena rescatar esta expresión, ahora que vemos a diario a chavales pegados a las pantallas de sus móviles, ajenos sus padres a las consecuencias terribles derivadas de entregar a sus hijos a estos aparatos. Albright escribió un libro importante (Left to their own devices), aún inédito en castellano, en el que se preguntaba qué significa ser humano cuando los vínculos con las personas, los lugares, los empleos y las instituciones sociales se debilitan o se rompen, desplazados por la hiperconectividad digital.

Nuestros hijos pasan miles de horas de su vida conectados. En demasiados hogares la conversación de otros tiempos se ha sustituido por la convivencia desconectada. Cada persona en el hogar -o la casa común, por actualizar el término- tiene su propia pantalla. Los más jóvenes tienen sus smartphones y su conexión a internet, con datos ilimitados y tiempo casi infinito, y así los mayores pueden disfrutar de las series de Netflix o HBO, libres de la pesada tarea de hablar y educar a sus hijos durante los ratos que pasan juntos bajo el mismo techo.

Que los algoritmos de TikTok y otras redes sociales están diseñados para crear adicción es algo cada vez más acreditado en países de nuestro entorno. Ahora, un estudio hecho en España por la consultora Llorente y Cuenca ha revelado otro tipo de adicción digital que afecta a los adultos. Es la adicción al conflicto, la adicción que crea en muchos individuos la polarización en las redes, la discusión política, el intercambio de (pocos) argumentos y (muchos) insultos y descalificaciones en plataformas como Twitter, al amparo del anonimato y bajo el impulso de la frustración.

Este informe, titulado La droga oculta (The hidden drug) trata sobre nuestras propias miserias, incapaces de comprender al otro, enganchados a la adrenalina de los extremismos. Sus conclusiones se basan en el análisis de más de 600 millones de tuits escritos en España y América Latina entre septiembre de 2017 y agosto de 2022. Merece la pena leerlo.

«Tenemos la responsabilidad de crear esos espacios de conciliación, relajamiento y pausa para encontrar un camino de salida a esta situación», sostiene el informe. Esa responsabilidad es de todos y cada uno de nosotros. Puede que aún estemos a tiempo.

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