Opinión | PALABRAS PARA ANDRÓMINA

España y exilio

Habría que reivindicar un patriotismo liberal y social, tolerante y democrático

¿Se puede amar España? ¿Cómo se puede amar un país en que la mayor lección de amor a la patria la han dado siempre los exilados, los transterrados, aquellos republicanos a los que no se les caía el nombre de España de la boca? España, ese nombre que desde el siglo pasado ha querido siempre apropiarse la derecha y que determinada izquierda es incapaz de pronunciar. Como el de Patria. Por ello habría que reivindicar un patriotismo liberal y social, tolerante y democrático, alejado de aquel último refugio de los canallas que decía Samuel Johnson

María Zambrano amaba a España tanto que cuando al volver del exilio le preguntaron qué sentía, dijo que no volvía, porque nunca se había ido. Cernuda amaba tanto a España que la odiaba con todo su corazón, otra forma de amarla, pero nunca perdió el contacto con su gente, nuestra poesía, como con el grupo Cántico o Vicente Núñez con los que se carteaba; y vivió y murió en casa de otros exiliados, los poetas Concha Méndez y Manuel Altolaguirre en México. Y escribió: «tierra nativa, más mía cuanto más lejana». El poeta Pedro Garfias, tan relacionado con Córdoba, la quería tanto que aún en el exilio mejicano componía poemas taurinos mientras caía en el abismo etílico. Y hubo quien prometió no volver hasta que el dictador muriera, y lo cumplió.

El escritor y dramaturgo Max Aub volvió pero regresó decepcionado -«en general los españoles están muertos»- a un México en el que se le reconocía. Porque los escritores exiliados tuvieron que vivir no sólo el exilio físico sino también el literario. Aunque hubo excepciones como la propia Carmen Conde, que al volver tras el exilio, fue ampliamente reconocida, siendo la primera mujer en ingresar en La Real Academia de la Lengua en 1978. O Rosa Chacel que no fue valorada, como tantos otros, hasta la llegada de la democracia a nuestro país.

El siempre lúcido y exiliado del nazismo, el gran escritor Joseph Roth escribió -referido a la literatura alemana- que «sólo el siglo XX puede jactarse de haber creado la figura del escritor al que se le presta atención en todo el mundo, pero que para su patria está muerto». Pero lo notable resulta que a pesar de esa doble invisibilidad o muerte social si queremos, no se arrendara esa pasión y añoranza de su país. Como los narradores Arturo Barea, Ramón J. Sender, Elena Fortún, María Lejárraga o Francisco Ayala y filósofos como José Gaos o Juan Larrea, que muere en la Córdoba argentina.

León Felipe, miembro de la Casa de España en México, donde falleció tras un largo exilio, publicó un poemario con título muy significativo, Españoles del éxodo y del llanto, donde escribió «Españoles,/ españoles del éxodo y del llanto:/ levantad la cabeza/ y no me miréis con ceño,/ porque yo soy el que canta/ no la destrucción sino la esperanza». El poeta pontanés y comunista Juan Rejano, que muere poco antes de querer volver a España en 1976, escribe: «Desnuda tierra donde está mi sangre,/ tierra mía de España». Y a Córdoba: «Oh Córdoba del trópico, tan lejos... y tan cerca/ de mí». Antonio Machado o Manuel Azaña, casi no tuvieron tiempo de ser exiliados pues murieron pronto.

También hubo un exilio interior, pero a pesar de la cercanía y la represión, no hubo desafección en ellos: Julián Marías, Buero Vallejo, el Ridruejo de la posguerra avanzada o el poeta alicantino Juan Gil-Albert, aunque este también hasta 1947 estuvo exiliado en América. También hubo casos singulares como el del gran periodista Manuel Chaves Nogales (una hija suya nació en Córdoba) que tuvo un doble exilio, de su país y de los propios republicanos, debido a su independencia y su denuncia de la barbarie y los extremismos de un bando y de otro.

Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Emilio Prados, José Moreno Villa o Pedro Salinas agrandan esa nómina de transterrados que siguieron amando a su país. ¿Pero se puede amar un país en el que los peores enemigos son sus propios habitantes? ¿España es sólo una palabra, una ficción, un constructo? ¿Un deseo y una realidad? Uno no se puede escabullir de donde ha nacido, pero quizás no lo elija cuando puede, algo que sí hicieron estos exiliados . En realidad todos somos hijos de nuestra época y nuestro tiempo y la patria, se quiera o no, forma parte de aquellos. Cioran, buen lector y admirador de Santa Teresa escribió que España es el único país que todavía tenía alma. Quizás solo sea eso y pese a todo y por ello, yo también la amo aunque también exaspere.

* Medico epidemiólogo y poeta

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