Opinión | al paso

Covid de conveniencia

Las protestas de la Atención Primaria sanitaria me han animado a realizar también mi oportuna protesta como paciente. Y voy a refrescar la memoria de lo mal que lo pasamos en el Estado de Alarma: nuestros mayores murieron solos sin atención hospitalaria y sin posibilidad de despedirse de los suyos. Se nos dijo que era un sacrificio para salvaguardar la vida de los demás. Y así lo encajamos, con un sentido del sacrificio colectivo digno de admirar. Por ello digo que es cierto que los sanitarios, valientes, merecieron todos nuestros aplausos, pero no menos la gente de a pie que estoicamente encajó tanta pérdida desesperada. Pero analicemos más: los hospitales tuvieron menos afluencia que nunca. Pregunten a médicos y les dirán que a consecuencia del confinamiento hubo casi nulo agobio en las Urgencias y podríamos decir sin ánimo de caer en la frivolidad que en muchos aspectos el Estado de Alarma fue también una especie de periodo de descanso para la presión a la que normalmente están sometidos los hospitales. Además, la epidemia suprimió la entrada total de acompañantes. La política anticontagio nos obligaba a permanecer en la calle mientras nuestros seres queridos permanecían ingresados o morían sin ni siquiera poder abrir el ataúd. Y hoy, hasta la mascarilla está en desuso. Pero amigo mío, y lo digo con todo respeto, parece que los protocolos hospitalarios le han cogido el gusto a no tener que soportar a personas. Porque lo cierto es que en los hospitales se sigue restringiendo la entrada de familiares bajo el pretexto del contagio del covid, pero mucho me temo que dichas extremas restricciones responden a la comodidad que supone a la organización hospitalaria tener poca afluencia. Y a ver, que antes del coronavirus la sanidad no era ningún caos y en cambio el factor familiar era considerado importante para la estabilidad mental del enfermo y, por tanto, de obligado aguante. Una cosa es no consentir que la gente entre a mansalva en las salas de UCI, que eso nunca ha pasado, y otra, es que hoy para entrar al hospital se tenga que tener un pase además único e incluso a unos horarios concretos. Y que, por ejemplo, para llevar a un niño a Urgencias haya que elegir entre el padre o la madre y no los dos, o que para visitar a un familiar en Sangrantes solo pueda acceder un familiar y además de 13:00 a 13:30. Así que lo más penoso es que, con lo que hemos pasado con las muertes de nuestros ancianos solitos, aún hoy, sin haber estado de alarma, se puede dar el caso que una persona muera sola, sin la mano de su hija, su padre o su hermano despidiéndolo. Hay un principio fundamental para el buen vivir como es saber la proporción de cada situación. Y todavía más en el ámbito sanitario público (en el ámbito privado lo que cuento no se da). Y si sigue esta férrea restricción desproporcionada a la familia en los hospitales del Pueblo sin Estado de Alarma que lo justifique, el covid habrá conseguido su más peligrosa y efectiva secuela: despojar a la Sanidad Pública de humanidad.

*Abogado

Suscríbete para seguir leyendo