Opinión | foro romano

Del llanto de Neymar a la sonrisa balcánica de Modric

El fútbol tiene su origen en la niñez, una edad que vive sin trampas y le da las mismas oportunidades a sus jugadores

Modric y Neymar durante el partido de cuartos de final del Mundial de Qatar.

Modric y Neymar durante el partido de cuartos de final del Mundial de Qatar. / Efe

Cuela Neymar el gol que adelantaba a Brasil en su partido de cuartos contra Croacia, miraba a la pantalla de la tele con toda la alegría que da el gol en un juego tan históricamente infantil como el fútbol y a los pocos minutos Petrovich le sellaba el rostro y marcaba una línea que separaba dos continentes –Europa y América- y dos conceptos de vivir y estar en el mundo, el baile de la canarinha brasileña y la seriedad de la sonrisa balcánica de Luka Modric. A partir de ahí la vida se centró en el área de penaltis, como ya le ocurriera al equipo de Luis Enrique, y en la fortuna de colar más goles que tu contrincante.

Pero el fútbol tiene su origen en la niñez, una edad que vive sin trampas, y le da las mismas oportunidades a sus jugadores. La diferencia está en que algunos, como los marroquíes o los croatas, saben aprovecharlas y ganar un partido que tiene el encanto de vivir la historia de manera contundente y resumida. Como cuando éramos niños y no dejábamos de cantar los goles hasta que nos acostábamos.

A España, en esta ocasión, le tocó perder aunque -y esto es el azar del que Paco Carrasco es un maestro- Sarabia tuvo la oportunidad, en un remate sin ángulo, de darle la vuelta a la historia. Pero, al final, nos apartaron de los mundiales como a Neymar y España se reencontró con una realidad muy lejana desde hace tiempo: la lluvia. Menos mal. Nos han echado del fútbol pero también nos han dado la oportunidad de mirar las nubes, los cielos, los charcos y recordar cuando nos poníamos katiuskas, un calzado que se popularizó en 1931 después del estreno de Katiuska, la mujer rusa, una obra lírica de Pablo Sorozábal. La protagonista de la zarzuela vestía unas botas de caña alta similares a las que se llevaban en días de lluvia. El nombre katiuska se acuñó porque las mujeres acudían a las zapaterías pidiendo “unas botas como las que llevaba Katiuska en la obra”.

La lluvia es también la infancia, ese tiempo en que íbamos con flores a María, recorríamos por la siesta las huertas de Manolillo el de la plaza, del Forestal y de Manuel Ramón con el calor de los melocotones y de las peras de San Juan y con el toque de animas de las campanas nos volvíamos a casa porque ya era de noche. Casi a la hora en que terminó el partido de Argentina contra Países Bajos, que de ir perdiendo dos a cero empataron y obligaron a los de Messi a tener que tirar penaltis. Aunque la diferencia fue la sonrisa final del argentino frente a las lágrimas y el enojo de Neymar y Luis Enrique. Aunque el ex entrenador de la selección española ha tomado las riendas de la civilización de esta juventud de influencer donde parece ser que le han gustado las redes sociales, desde las que se fabrica un mundo que si lo publicas sin ser correcto, como el cierto desprestigio de la Selección Marroquí, ahondas en la injusticia social. Y en la creación de un mundo falso. Estamos este mes viendo el mundo a través del fútbol. En Argentina, donde los de Messi resolvieron en los penaltis su pase a semifinales, a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner el 6 de diciembre el Tribunal Oral Federal 2 la condenó por administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública.

En el Brasil de Neymar los defensores de Bolsonaro, el expresidente ultraderechista, han vestido la “canarinha”, mientras que los seguidores del recién elegido Lula da Silva han escogido la camiseta de color azul. Alemania no pasó la primera ronda, aunque fuera del terreno futbolístico consiguió desmontar una red ultra que planeaba un golpe de Estado y pretendía un asalto armado al Bundestag, la Cámara baja del Parlamento. Como cuando Tejero creía que quienes mandaban en España eran los suyos, vestidos de uniforme, y dueños de todo lo que se moviera. Tan lejos de un partido de fútbol, ese juego tan de niños como la propia vida, que casi a la misma hora te ofrece dos realidades tan dispares como la risa y el llanto: ganar o perder un partido, aunque sea en los penaltis.

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