Opinión | editorial

El futuro de La Roja

La selección no se ha consolidado en Qatar en el primer nivel tras el éxito de hace 12 años, pero se abre un nuevo ciclo con una joven generación

Luis Enrique, durante el partido entre España y Marruecos del Mundial de Qatar.

Luis Enrique, durante el partido entre España y Marruecos del Mundial de Qatar. / Juanjo Martín

Nadie, ni las selecciones que coleccionan una estela de estrellas de campeón del mundo sobre el escudo de su camiseta, puede considerar que el éxito en un Mundial de fútbol se mide por lo que sucede en una final. El umbral que marca la frontera entre la decepción y el trabajo bien hecho quizá esté en los cuartos de final, situarse entre los ocho mejores equipos del campeonato, la barrera donde tantas veces se había quedado la selección española.

Esta vez no se ha llegado hasta allí. La eliminación en octavos de final del combinado dirigido por Luis Enrique ante un equipo que ocupa el puesto 22 del ranking de la FIFA es un fracaso, tanto por las expectativas frustradas como por la imagen de más a menos que ha ofrecido durante la competición, con el precedente de un tropiezo ante Japón a pesar de la engañosa exhibición ante la débil Costa Rica, que debería haber servido como un serio aviso. 

No parece que lo tomase como tal el entrenador, fiel a sus ideas, a sus filias y fobias, impermeable a las presiones. Algo que le ha permitido capear sin dejarse influir por quienes renegaban de una selección con demasiado componente barcelonista pero que le ha llevado a dejar fuera de su lista a la mayor parte de los nueves con acreditada efectividad goleadora, a los que quizá finalmente haya echado de menos y que se ha reflejado en una falta de flexibilidad para adaptar su esquema al contrario.  

La fuerte personalidad de Luis Enrique -y su discutido carácter en las comparecencias públicas- le ha permitido sortear el enrarecido ambiente institucional del fútbol español a pasos agigantados y con una retórica renovada que culminó con el Twich Enrique. Pero su voluntad de ejercer de líder del grupo y su proyecto de autor ha tenido también consecuencias no deseadas en el campo en los momentos clave. 

Con la primera victoria en un Mundial en su historia -Sudáfrica 2010- parecía que España subía definitivamente un escalón, pero los tropiezos en las dos últimas citas y el claro fiasco de Qatar dejan claro que aún debe mirar hacia arriba para medirse con Brasil -pese a su derrota ante Croacia-, Argentina o Francia, con jugadores de referencia de los que carece España. Algo muy distinto a la posición de los equipos de la Liga española en las competiciones continentales de clubs, gracias a la importación de talento, algo que sin embargo las fragilidades económicas de algunos clubs de referencia puede poner -o están poniendo ya- también en cuestión.  

Algunos fracasos marcan un fin de ciclo, y algunos éxitos señalan el inicio de uno nuevo. El Mundial de Qatar, para evaluar lo positivo de la experiencia, ha sido la primera aparición internacional de una nueva generación, un equipo extremadamente joven lleno de grandes jugadores que puede seguir creciendo en los próximos años. También ha sido la despedida de algunos veteranos venerables. 

Sella igualmente el final de ciclo de Lucho, como se conoce al técnico asturiano, a quien la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) no renovará el contrato para poder arrancar un nuevo proyecto con Luis de la Fuente, hasta ahora técnico de la sub-21, al frente. La Federación y Luis Enrique han hecho bien en despejar rápidamente la incógnita tras la dura e inesperada derrota en octavos de final de la Copa del Mundo.

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