Opinión | Historia en el tiempo

La iglesia española ¿enferma?

Bordea una situación que una extensa porción de sus fieles considera límite

Una impecable e implacable fuente estadística nos informa últimamente: «Cada semana desaparecen del mapa español un convento o un templo». Ciertamente, una noticia aterradora que engloba a los planos más diversos e importantes de la vida hispana. Los millones de compatriotas que profesan la fe de Cristo, pero igualmente todos los ciudadanos con un mínimo de sentimiento nacional habrán sentido conturbarse sus espíritus al conocer el dato. Joyas innumerables del patrimonio artístico-cultural, tesoros de la más variada gama, residencias de altas y esclarecidas figuras de nuestro pasado religioso, escuelas monacales y parroquiales, conventos de ilustrada trayectoria, viveros y hogares de misioneras y misioneros de fecunda y silenciosa trayectoria han sido dados de baja -o lo serán en fecha próxima...- en la herencia más preciada que puede tener un pueblo que estuvo durante siglos a la vanguardia de la civilización occidental y marcó su rumbo durante igual espacio temporal.

Empero, hay que rendirse a la evidencia. La Iglesia institucional española bordea una situación que una extensa porción de sus fieles considera situación límite. En su apoyo hay que volver a recordar cifras impactantes. V. gr., los miembros de la Compañía de Jesús, signo emblemático por antonomasia de la religiosidad hispana en varias de sus facetas fundamentales, asisten impotentes a una irrefrenable y espectacular sangría de sus cuadros, envejecidos o muy envejecidos además, con vocaciones que no sobrepasan el número fatídico del centenar. Y, más importante, la inmensa mayoría de las restantes órdenes y congregaciones hispanas no ofrece un cuadro menos desolador, sin que el porvenir y, con él, la esperanza atraviese nunca la densa nube de la postración y la decadencia.

Apostando por el futuro, conforme la obligación imperativa de toda generación, debe confiarse en una respuesta positiva de «el resto de Israel» español. 2023 será en ello, como en muchos otros aspectos de la realidad nacional, un año clave. Incuestionablemente, la sociedad española ganaría mucho con ello. Así, una viga maestra de su convivencia plurisecular recuperaría al menos en parte su antiguo vigor y fortaleza.

Cara a tan formidable envite resulta ineludible interrogarse por los déficits de planteamiento y la inoperancia de los procedimientos arbitrados por la Iglesia docente y discente para dar un testimonio acorde con las exigencias de un tiempo situado en el despegue del III milenio de cristiandad. La respuesta no tardará y será, en verdad, decisiva para toda la sociedad hispana.

*Catedrático

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