Opinión | Hoy

El vino

"En cada sorbo están nuestros padres y nuestros hijos, nuestros abuelos y nuestros nietos"

Mi alma pasea por los viñedos. Tierras blancas, grises, marrones. Sol tenue, frío, azul. Diciembre sobre las hojas secas; ahora con los colores de los cielos en otoño. Dorados, rojos, cárdenos. ¿Han muerto? No, porque han muerto por amor. Volverán a vivir en el mosto y en el vino para nuevos labios. Conmigo vienen y pasan miles de almas. Están lejos los días de primavera, cuando las cepas podadas volvían a ruborizarse de verdes limpios. Sarmientos, pimpollos, pámpanos. Las palabras pasan por mi corazón. Siglos y siglos para cada palabra, hasta que se me convirtieron en sentimientos. Un año más las viñas dieron su vida por amor. Por eso son eternas. Ahora renacen en las bodegas; sus penumbras, el íntimo susurro del sagrado silencio de días y de días. Barriles, barricas, tinajas. El tiempo no existe; perpetua eternidad de siglos, manos, soles, mujeres, hombres. La vendimia, el burro, las capachas. Y luego, la bendición de los campos en el lagar. El mosto, sus ríos, su alegría. Ahora todo permanece callado. La niebla, por los altos ventanos de la bodega. El mosto se va volviendo vino. Tempranillo, solera, garnacha. No morirán nunca los viñedos. Regresarán siempre en otras gargantas, convertidos en cantes de alegría y cantes de tristeza, guitarras, soleares, seguiriyas, coplas, bulerías. Acompañarán al dolor y la melancolía que no se puedan expresar. Cada copa y cada vaso de vino nos aliviarán siempre la soledad. En cada sorbo están nuestros padres y nuestros hijos, nuestros abuelos y nuestros nietos, sus manos, sus días, la sangre consagrada de Jesucristo, y barcos, ciudades, callejas, tabernas, tascas, mesones, la silla, la botella, la jarra, el barro, el vidrio. Vino para el caminante. Vino por el amigo, para el trato y la paz. Vino para el frío. En la cocina, en el comedor, en el bautizo, la boda, la onomástica. El vino, la permanente obra de arte que posee el pueblo, cepa a cepa, uva a uva. El emigrante regresa a su hogar. El exiliado regresa a su patria. El proscrito, a su acogimiento. Y abrazos, suspiros, recuerdos. Loma tras loma, monte tras monte, un tren que pasa, una carretera que se aleja, un sendero. Viñedos. Un pueblo blanco. Otro pueblo blanco, dormido en la quietud de sus paisajes, acunado por su cielo, formado por almas y por almas.

* Escritor

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