Opinión | COLABORACIÓN

Futbolatría, el fútbol como religión

Las cantidades millonarias de traspasos de futbolistas, las ganancias de algunos jugadores, por no hablar de la corrupción en la organización de eventos como el mundial, son cifras monstruosas y muestran que algo se ha desmadrado en el fútbol que nos obliga a hablar de idolatría cuasi religiosa. Lutero, como pocos, describió con fuerza cómo, cuando el ser humano deja de adorar al Dios verdadero, acaba postrándose ante pequeños dioses ridículos y tiranos. Esa fuerza idólatra que llevamos dentro se desborda increíblemente cuando se trata de idolatrías no personales, sino grupales, como la del becerro de oro bíblico. Y como la idolatría idiotiza, luego nos conmovemos y hasta nos brota una lagrimita, ante las declaraciones de amor al club que lo traspasa o es traspasado. Sospechoso amor ese que rinde millones de euros. Que el fútbol se ha prostituido parece innegable. Que nosotros nos hemos idiotizado, es también verdad pero, nos falta valor para reconocerlo. El fútbol puede ser bello y emocionante, sin duda. Yo reflexiono y me hago esta pregunta: ¿qué habría ocurrido con las crueldades y canalladas que nos ha traído la crisis, si no hubiésemos tenido la adormidera balompédica? Parodiando el lenguaje del viejo Marx sobre la religión, el fútbol se nos ha convertido en «la ilusión de un mundo sin ilusiones, la esperanza de un mundo sin esperanza, el opio del pueblo». Y ante eso no se me ocurre más que mencionar con un sueño a lo Luther King: «I had a dream... «Soñé que en todas las ligas europeas estaba prohibido fichar jugadores extranjeros o de otros estados o nacionalidades: en el Barça todos eran catalanes, en el Bilbao todos vascos como antaño y en el Madrid todos madrileños. De ese modo ganaba cada vez uno distinto, según temporada. Así el público se sentiría, de veras, querido por sus jugadores, los querría y podía gritar como el Betis de antaño: «vivan manque pierdan». Lógicamente, los precios de las entradas serían mucho más baratas y ya no se daba esa obscenidad de que los precios de una entrada de fútbol en España sean casi el doble que en la rica Alemania; soñé que los clubes enajenaban todas las copas y trofeos que poseían para entregar ese dinero a Cáritas, a Manos Unidas o la Cruz roja. En adelante ya no se daría más que un diploma a cada vencedor de una liga, o copa española o europea. Finalmente, hasta esos futbolistas que tienen hecha una fundación para enseñar a jugar al fútbol a niños africanos, la transformaban para pagarles escuela y educación». También los futbolistas ha de dar ejemplo al dedicar sus vidas a buscar la justicia, como han hecho futbolistas como Weah , presidente en Liberia, seguido también por Romario Da Souza, Kaká (diputados brasileños) y Cuauhtémoc Blanco (diputado en México)... Todos poseen un denominador común: leyendas del balompié en sus países que ahora, retirados, se comprometen con la política. La verdad es que estaba soñando felicísimo. Pero de repente me despertó el grito desgarrador de una radio vecina que aullaba: Goooooooooool, gol, gol, gol, gol, gol, gol... Ya no conseguí volver a dormirme, el fútbol no lo es todo.

*Diplomado en Ciencias Religiosas

Suscríbete para seguir leyendo