Opinión | Hoguera de manzanas

La Constitución

«Luego está la casta, que sólo jura --con sobriedad que casi parece elegancia por contraste-- »

Este puente maravilloso que une Santa Constitución y La Purísima es una de las muchas cosas buenas que nos dejó esa transición ahora tan denostada. Yo soy poeta y vivo de impresiones y, por tanto, voy a intentar transmitirles una que, al pensar en este tema, me ha asaltado con la fuerza de un espejismo. Tiene que ver con las fórmulas de juramento constitucional de los diputados en sede parlamentaria.

Hay que ver lo que es el espectáculo, qué pronto se añaden emociones y pierden fuelle las innovaciones. De aquel «por imperativo legal» que inauguró Jon Idígoras en el 89 y que tanta cola trajo, llegando incluso hasta el Tribunal Constitucional, a las de diciembre de 2019: gentes que entonces no hubieran osado tal cosa, gente formalica del PNV, tirando de fórmula idigoriana y pareciendo cabal entre tanta retahíla ininteligible. Vox optando por la breve y contundente innovación que sólo añade el «por España», lo cual al menos se entiende pero nos lleva a un difuso paisaje de juramento de bandera y cosa militar. En su línea. Pero cincuenta y dos veces.

El problema de los juramentos largos de independentistas y demás es que lo que en tiempos sorprendía, se convirtió en la última sesión constitutiva en letanía previsible e incomprensible a partes iguales, similar al rezo de las abuelas. Y esto se acompaña en la cámara de simples murmullos y en la calle del consabido cachondeo del pópulus.

Un amigo mío dice que hasta que no oiga jurar a alguno «por mis cojones morenos» no será feliz. Luego está la casta, que sólo jura o promete --con sobriedad que casi parece elegancia por contraste-- lo que en tal momento toca. Hay sin embargo una clara preferencia de las izquierdas por prometer y de las derechas por jurar. Se me ocurren varias explicaciones, pero ninguna me convence del todo. A saber qué nos traerá el futuro.

*Filóloga y escritora

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