Opinión | COLABORACIÓN

A Carmen y Pablo

A veces los astros se confabulan para que sucedan eventos extraordinarios, otras veces para que ocurran hechos no deseados. Astros, energía, Dios, cada uno le llamará como quiera, pero en estas semanas anteriores se han puesto de acuerdo para llevarse de nuestro lado a dos personas especiales: Carmen y Pablo. La primera nacida en La Rambla; el segundo, en Cuba. Unidos por la música, aunque en registros muy distintos -ella de la más pura esencia del bel canto, él miembro fundador de la Nueva Trova Cubana-, quiso la musa Euterpe hacerlos coincidir históricamente apareciendo en la vida de muchas personas e iluminarlas con un brillo inmortal.

Pablo Milanés, trovador de la Cuba de Castro a la que más tarde se enfrentaría, y Carmen, desde sus clases apoyada al piano con una sonrisa o deslumbrante con su vestido rojo de concierto. Al primero le rinde luto la música internacional por sus éxitos eternos como Yolanda, El breve espacio en que no estás o Para vivir; a Carmen Blanco toda Córdoba la recuerda por su entrega desde el Conservatorio en el que impartió clases tantos años o por su andadura en varias agrupaciones corales donde cantó y enseñó. También, España entera, gracias a sus cientos de recitales por toda nuestra geografía; asimismo, el mundo, actuando en Perú, México, Alemania o Italia. Me contaba un buen amigo que dejó una profunda huella en el Mozarteum de Salzburgo.

Tuve la suerte de conocer a Carmen personalmente, sin duda fue una persona acogedora, cercana y especial. Digo bien lo de acogedora porque en su casa siempre te podías encontrar amigos, alumnos, cantantes, noveles o no, que deseaban compartir con ella alguna romanza de zarzuela o, tal vez, la última confidencia musical que se cocía en la ciudad. Mujer valiente, serena y dispuesta a ayudar a los demás en lo que mejor sabía: sacar notas del alma para convertirlas en melodías inolvidables.

El de Cuba nos dejó versos inolvidables que todavía sobrevuelan reuniones, sobremesas o enredos al calor de una guitarra regada con más de una cerveza. Una larga enfermedad silenció su voz cálida, comprometida y revolucionaria. Quedarán para la historia de la canción de autor sus colaboraciones con Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute o Víctor Manuel, con este último cantando el mítico dúo Solo pienso en ti.

Para recordar a Pablo visitaré el local Casa Cuba (recomendable reducto caribeño en la calle Alfaros) o volveré a tocar sus canciones, que tantas personas y emociones traen a mi recuerdo. Con Carmen lo tendré más fácil: bastará con visitar alguna de las iglesias de nuestra ciudad, caminar entre susurros de siglos por el bosque de columnas de la Mezquita o, quizá, entrar en un camerino del Gran Teatro. Allí, en el silencio, quizá escuche la última nota de un aria que ya nunca tendrá final: el aria eterna de Carmen.  

** Miembro del Coro de Ópera de Córdoba

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